Jesús dijo:
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."
Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa
La oración de la Iglesia
De esta manera podemos interpretar la ofrenda perpetua de Cristo -en la Cruz, en la Eucaristía y en la gloria eterna del cielo- como una única acción de gracias al Creador, como una acción de gracias por la creación, la salvación y el acabamiento final. Cristo se ofrece a sí mismo en nombre el mundo creado, cuyo modelo es El mismo y al cual ha descendido para transformarlo desde dentro y para conducirlo a la perfección. El invita también a toda la creación a unírsele en el ofrecimiento de acción de gracias debido al Creador.
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