Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos".
Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos".
Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados".
"Tráiganmelos aquí", les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
San Romano el Melódico (?-c. 560), compositor de himnos
Himno 24, « La multiplicación de los panes»
«Tú, por naturaleza, eres el gran salvador del mundo, y has dado a todos el conocimiento; alimentando al pueblo con palabras de verdad has conducido a los hombres al camino de la salvación dándoles a conocer la justicia. Han alimentado espiritualmente sus almas, pero ahora tienen necesidad de cuidar sus cuerpos... Despídelos porque nosotros estamos inquietos por ellos... Has enseñado a tus discípulos y apóstoles la compasión hacia todos, porque tú eres el pan celestial de inmortalidad...»
Cristo, al oír estas palabras les replicó: «Os equivocáis no teniendo en cuenta que soy el Creador del mundo, y soy yo quien está pendiente del mundo; conozco muy bien la necesidad de esta multitud, tengo presente que estamos en un despoblado y que está a punto de ponerse el sol porque soy yo quien ha fijado al sol su carrera. Me doy cuenta del agotamiento de la multitud que está ahí, y sé muy bien lo que voy a hacer por ella. Yo mismo aliviaré su hambre, porque yo soy el pan celestial de inmortalidad...
«Vosotros pensáis: '¿quién alimentará a esta multitud en el desierto?'. Pues bien, sabed claramente, amigos, quien soy yo: yo soy el que alimenté a Israel en el desierto y quien les di el pan del cielo. Yo hice salir, en un lugar árido, agua de la roca, y además de todo esto les procuré codornices en gran cantidad, porque yo soy el pan celestial de inmortalidad...»
Multiplica de la misma manera en todos nosotros, Salvador, la multitud de tus misericordias, y de la misma manera que con tu sabiduría has saciado a la multitud en el desierto y la has alimentado con tu poder, sácianos a todos de santidad, haciéndonos firmes la fe, Señor. Aliméntanos a todos, tú que eres Compasivo; danos tu gracia y el perdón de nuestras faltas..., puesto que solo tú eres el Cristo, el único misericordioso, pan celestial de inmortalidad.
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