16 de Febrero de 2014
Nadie puede decir de este agua no beberé, porque hijos, grandes hombres y mujeres se han malogrado a lo largo de la historia y se han pervertido o contaminado por haber confiado demasiado en ellos mismos. Yo, Jesús, os hablo.
Es por eso, hijos de Mi divino Corazón, que en Mi vida pública os enseñé a estar velando y en oración para vencer la tentación. Por muy listos que seáis y por confiados que estéis en vuestros criterios, aunque sean rectos, Satanás es más listo y os tienta en los puntos más vulnerables para vosotros, por eso hijos, todo lo que oréis es poco y siempre debéis proponeros de hacer algún acto de oración o de adoración extra y mantener los que ya os habéis comprometido. Yo, Jesús, os hablo.
Sed listos, astutos como serpientes, porque la serpiente maldita os tratará de inocular su veneno una y otra vez. Ella no se cansa de tentaros, es su oficio y lo hace muy bien, por eso hijos, la oración es para vosotros una gran coraza que os mantendrá unidos a Mí como un bebé se mantiene unido a su madre por medio del cordón umbilical. Tenéis que orar a menudo y hacerlo en las debidas disposiciones, sin distraeros, sin dejar correr la imaginación, y sin dejar de entrar en el rato de oración preocupaciones, porque si no lo hacéis así, no oiréis las mociones de Mi Santo Espíritu, que presto está a acudir al alma que se pone en oración y lo invoca para que le dé luz y sabiduría. Yo, Jesús, os hablo.
Hijos Míos, si vine a la Tierra no solo fue para morir por vosotros y libraros de la muerte eterna, sino también para instruiros en los mejores medios y caminos para llegar hasta el final de la meta, con las batallas ganadas que se os presentaran una y otra vez en la vida. Yo, Jesús, os hablo.
Mi Madre luchadora invencible y con la que no pudo Mi enemigo mortal, os ayudará en vuestro peregrinar. Ella es la gran mediadora de las almas ante Mí (1) como Yo el gran mediador ante Mi Padre. Pero todo el Cielo Ángeles y bienaventurados, desean vuestra salvación y si los invocáis pidiendo ayuda, ellos no os la negarán, aunque muchas veces no veáis inmediatamente los resultados. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.
(1) Concilio Vaticano II, “Const. Lumen Gentiun”, 60.
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