Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.
Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón;
Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;
Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá;
Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.
Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías;
Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías;
Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;
Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.
Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud;
Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
Leer el comentario del Evangelio por
San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208), obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, IV, 20, 4-5
Por esto, los profetas, después de haber recibido de esta misma Palabra el carisma profético, han anunciado su venida según la carne por la que se realiza la comunión entre Dios y el hombre según el beneplácito del Padre. Desde el principio, en efecto, el Verbo ha anunciado que Dios sería visto por los hombres que viviría y conversaría con ellos en la tierra. (Ba 3,38) y que se haría presente en la obra que él había modelado, para salvarla... Los profetas anunciaron, pues, por adelantado que Dios sería visto de los hombre, conforme a lo que dice también el Señor: “Dichosos los puros de corazón porque verán a Dios.“ (Mt 5,8) Ciertamente, según su grandeza y según su inenarrable gloria “ningún hombre puede ver a Dios sin morir.” (Ex 33,20) porque el Padre es inalcanzable. Pero según su amor, su bondad hacia los hombres y según su poder, concede a los que le aman el privilegio de ver a Dios porque “lo que es imposible a los hombres es posible a Dios.” (Lc 18,27)
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