El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."
Beato Pablo VI, papa 1963-1978
Evangelii Nuntiandi, 70
Cuanto más laicos estén impregnados del espíritu evangélico, responsables de estas realidades y comprometidos claramente en ellos, competentes para promoverlos y conscientes que hace falta desarrollar su plena capacidad cristiana a menudo sofocada y arrinconada, tanto más estas realidades serán caminos al servicio de la edificación del reino de Dios y, por lo tanto, de la salvación en Jesucristo, sin perder o sacrificar nada de su potencial humano sino manifestando la dimensión trascendente a menudo desconocida.
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