Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo:
"Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte
y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará".
Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:
como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Beato Tito Brandsma (1881-1942), carmelita holandés, mártir
La mística del sufrimiento
Entonces el corazón de los discípulos ardía en su interior (v. 32). La Palabra de Dios los inflamaba. Y cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como una llama divina, para abrasarlos (Hch. 2), se sentían felices de sufrir desprecio y persecución (Hch. 5,41), porque así se parecían al que los había precedido en el camino del sufrimiento. Los profetas ya habían anunciado este camino de sufrimiento de Cristo, y los discípulos comprendían por fin que no lo había evitado. De la cena al suplicio de la cruz, pobreza y falta de comprensión fueron su heredad. Había pasado su vida enseñándoles a los hombres que la mirada de Dios en el sufrimiento, la pobreza, la incomprensión humana, es diferente de la loca sabiduría del mundo (1Co 1,20)... En la cruz está la salvación. En la cruz está la victoria. Dios lo quiso así.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario