"En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesus quiere de vosotros. No extingais el Espiritu; no desprecies las profecias; examinadlo todo y quedados con lo bueno." 1 TESALONISENCES 5: 18-21

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca." San Lucas 6:45

QUE LA PRECIOSA SANGRE QUE BROTA DE LA SAGRADA CABEZA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, TEMPLO DE LA DIVINA SABIDURIA, TABERNACULO DEL DIVINO CONOCIMIENTO Y LUZ DEL CIELO Y DE LA TIERRA NOS CUBRA AHORA Y SIEMPRE. AMEN+++

“OH JESUS, CUBREME CON TU INFINITA SANGRE PRECIOSA CADA INSTANTE DE MI VIDA. AMEN"


"Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios es misericordioso y

escuchará tu oración. Padre Pio"


domingo, 5 de marzo de 2017

EVANGELIO DEL DIA Y COMENTARIO. 4 DE MARZO DE 2017

Del Santo Evangelio según San Lucas 5,27-32.
www.evangeliodeldia.org
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Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".

Leer el comentario del Evangelio por
Richard Rolle (c. 1300-1349), ermitaño inglés
El Canto del amor, 32
“He venido a llamar… a los pecadores, para que se conviertan”

      Cristo crucificado llama a grandes voces. Colgado en el tormento, ofrece la paz. Se dirige a ti con deseos de verte abrasado en el amor…: ¡Considera esto, querido! Yo, el Creador sin límites, he desposado la carne para ser capaz de nacer de mujer. Yo, Dios, me he presentado a los pobres como su compañero. He elegido una madre humilde. He comido con los publicanos. Los pecadores no me han inspirado aversión. He soportado a los perseguidores. He padecido flagelación y “me he humillado hasta la muerte en la cruz” (Flp 2,8). “¿Qué he debido hacer que no haya hecho?” (Is 5,4). He abierto mi costado a la lanza. He dejado traspasar mis manos y mis pies. ¿Por qué no miras mi cuerpo ensangrentado? ¿Cómo no prestas atención a mi cabeza inclinada? (Jn 19,30). He pasado por ser un condenado cualquiera, y ahora, hundido en el sufrimiento, muero por ti, para que tú vivas por mí. Si te tienes en poco, si no tratas de desembarazarte de las redes de la muerte, arrepiéntete por lo menos ahora, por respeto a mí que he vertido el bálsamo precioso de mi propia sangre. Mírame a punto de morir, y detente en la pendiente del pecado. Sí, deja de pecar: ¡me has costado tanto!

      Por ti me he encarnado, por ti también he nacido, por ti fui circuncidado, bautizado, saciado de oprobios, preso, maniatado, cubierto de salivazos, mofado, azotado, herido, clavado en la cruz, inmolado por ti. Mi costado está abierto y mi corazón atravesado. Acércate, rodea mi cuello: te ofrezco mi beso. Te he adquirido como lo que me toca en herencia, de suerte que no seas poseído por nadie más. Entrégate totalmente a mí que me entregué totalmente por ti.

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