Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.
Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.
El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!".
Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó:
"¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez".
Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado".
En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa
Poesía "Heilige Nacht"
Más todavía, desesperaba de no ver la luz.
Pero entonces, cuando mi corazón estaba sumido en el dolor,
una estrella brillante se levantaba en mi interior.
Me conducía, yo la seguía,
en un primer momento dudando, luego con toda seguridad...
Tenía que disimular lo que vivía en el más profundo hondón de mi alma;
ahora lo puedo proclamar en voz alta:
"creo, confieso"...
Señor ¿es posible que se pueda renacer a una vida nueva
después de haber pasado ya la mitad de mis años? (cf Jn 3,4)
Tú lo dices, y en mí se ha verificado tu palabra.
El peso de una larga vida de faltas y sufrimientos
ha caído de mis hombros.
Ah! Ningún corazón es capaz de comprender
lo que tú reservas para los que te aman.
Ahora que te he alcanzado, ya no te dejaré (cf Cant 3,4).
Sea cual fuere el camino que tomará mi vida,
tú estás conmigo (cf. Sal. 22)
Nada me podrá ya separar de tu amor (cf. Rm 8,39).
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