Jesús dijo a la multitud:
"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."
San Máximo el Confesor (c. 580-662), monje y teólogo
Centurias sobre el amor, 4, 69s
Si “Cristo permanece en vuestros corazones por la fe” según dice el apóstol Pablo (Ef 3,17), y si “todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en él” (Col 2,3), eso significa que todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento permanecen escondidos en nuestros corazones. Pero se revelan al corazón según la medida de la purificación de cada uno, purificación que suscitan los mandamientos. Así es el tesoro escondido en el campo de tu corazón y que tú, a causa de tu pereza, no has encontrado todavía. Porque si lo hubieras encontrado lo habrías vendido todo y hubieras comprado ese campo. Pero ahora, has abandonado el campo y el tesoro lo buscas alrededor de él, allí donde no se encuentra más que espinas y abrojos. Es por eso que el Salvador dice: “Dichosos los puros de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). Lo verán y verán los tesoros que están en ellos mismos, cuando serán purificados por el amor y la templanza. Verán tanto más, cuanto más serán purificados.
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