Hoy en día no se le
da importancia a los pecados o composturas de los niños que se salen con la suya
y que se enfadan y cogen rabietas cuando algo no le sale según ellos quieren.
Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Pues bien, esos niños
que ya desde pequeños son agresivos y con sus malos modales se imponen a
doblegar la voluntad de sus progenitores, os digo que son en potencia futuros
delincuentes, que las familias que consientan estas conductas de
los pequeños son culpables de lo que sean el día de mañana. Yo, Espíritu de
Dios, os hablo.
Por tanto, hijos de
Dios, educad como corresponde a los hijos, no les consintáis todo ni tampoco
tengáis para con ellos una disciplina demasiado férrea, porque hijos, debéis
tener con ellos un tira y un afloja que les haga comprender que con agresividad
nada deben conseguir, y que ellos deben pedir las cosas con educación y normas
de urbanidad. Yo, Espíritu de Dios, os
hablo.
No dan los padres
importancia a estas cosas e incluso les hacen gracia en la mayoría de los casos,
esos niños ya están siendo usados por Satanás que los incita a la agresividad y
a la rabieta, por eso, debéis hablarles del bien, de las cosas de Dios, de la
educación y de todo lo que les hagan ser hombrecitos y mujeres de provecho, y lo
mismo que en las escuelas no consienten estas cosas, los padres en sus hogares
tampoco deben consentirlas y mucho menos reírselas. Yo, Espíritu de Dios, os
hablo.
La base que deis a un
niño o niña desde pequeños, esa será la que tenga de por vida, por eso, sentad
en ellos bases constructivas, caracteres bien blindados, y unas veces tendréis
que castigar y otras premiar, pero que ellos vean que el mal tiene un castigo y
el bien un premio, para que esta idea la tengan de por vida en sus actuaciones.
Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Hablad a los niños de
su Padre Celestial, de cómo los ama, de cómo le ha dado un Ángel para que los
cuide, pero también de cómo deben ellos colaborar con las cosas de Dios siendo
buenos y cumpliendo sus obligaciones. Los niños captan todo y comprenden más de
lo que los adultos pensáis, por tanto, educadlos en el santo temor de Dios, y en
las normas de urbanidad que todo buen ciudadano debe tener, en conductas sanas y
edificantes. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. Paz a
todo aquel que leyendo este mensaje lo pone en
práctica.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario