Hijos Míos, Yo el Redentor del mundo he vencido a la muerte. Yo, Jesús, os hablo.
Hoy es el día de Mi Resurrección y Yo, hijos Míos, con Mi muerte y Resurrección he vencido al pecado y a todos los demonios del Infierno, porque he muerto por amor a vosotros y por restaurar la gloria de Mi Padre que el pecado original le había quitado. Yo he reparado la gloria de Mi Padre y además os he devuelto el Cielo que habíais perdido por el pecado original, ahora quien se condena o se salva es por su voluntad, aunque hijos, Mi gracia nunca os faltará para salvaros y para vencer el pecado y las tentaciones. Yo, Jesús, os hablo.
Gran día es hoy que resucité y se convierte el sufrimiento en gozo y la Pasión en gloria para el Cielo y salvación para las almas. El sufrimiento aceptado y ofrecido vence el pecado y, hace que el alma crezca en santidad. Un sufrimiento mal llevado, sin resignación o renegando, no solo no da gloria a Dios sino que tampoco ayuda a quien lo padece, porque todo lo que se haga sin voluntad propia, sin poner la adhesión a la voluntad de Dios voluntariamente, no da gloria a Dios ni santifica. Yo, Jesús, os hablo.
Si Yo os exigiera padecer pero no os hubiera dado ejemplo, no Me tomaríais en serio, por eso, lo que se predica de palabra, se debe hacer también con el ejemplo, porque bien decís vosotros que las palabras mueven pero el ejemplo arrastra. Mi Madre está gozosa hoy en Mi Resurrección porque Ella sabe que ya no volveré a morir, y sabe, que he vencido al pecado y que he abierto las puertas del Cielo, porque hijos, no quise abandonaros a vuestra suerte, y Mi misericordia y la de Mi Padre Eterno os alcanzó a todos, aunque muchos rechazareis estos dones, estas gracias, porque no las creéis, y si las creéis las menospreciáis. Yo, Jesús, os hablo.
Alegraos con los Ángeles y bienaventurados en este día gozoso de Mi Resurrección y que vuestro aleluya sea un aleluya perpetuo, porque todo verdadero cristiano debe alegrase con este misterio, el cual confirma y asienta que vuestra fe no es vana y que es verdadera (1 Cor 15,14). Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.
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