Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios,
ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.
No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.
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Una homilía griega del siglo 4º
Sobre la Pascua (homilía inspirada en el Tratado sobre la Pascua de San Hipólito)
La Ley de Moisés era el mensajero de Cristo, el precursor de Jesús, el heraldo y el profeta del gran Rey, una escuela de sabiduría, una preparación necesaria y una enseñanza universal, una doctrina llegada en el momento oportuno y un misterio temporal. La Ley de Moisés era un resumen simbólico y enigmático de la gracia futura, anunciando en imágenes la perfección de la verdad que ha de venir. Por los sacrificios anunciaba la Víctima, por la sangre, la Sangre, por el cordero, el Cordero, por la paloma, la Paloma, por el altar, el Sumo Sacerdote, por el Templo, la permanencia de la divinidad, por el fuego del altar, la plena «Luz del mundo» (Jn 8,12) que desciende de Arriba.
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