Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Una de las claves es vivir una espiritualidad, identificar un camino en tu vida que te lleve a una interioridad con Dios teniendo tus momentos fuertes en el día de la presencia de Dios. Deja que el Espíritu actúe en tu corazón y que fluya en cada decisión que tomas porque sino podes olvidarte de lo alto y caer en una vida demasiadamente chata y pobre, donde se te endurece la cara y te haces frío a la realidad de la vida, es tan fría tu vida alejada del Espíritu de Dios que sos casi igual al hielo, porque llegas a un grado que terminas quemando a tus cercanos... Deja que el Espíritu sople y actúe en tu vida, date el tiempo para que puedas escuchar la voz de Dios que te invita a sorprenderte de la vida y de Dios.
Contempla a Dios y desde esa contemplación lleva una vida de acción.
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