"No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'.
Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza,
porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.
San Benito de Nursia (480-547), abad, copatron de Europa
Regla, Prólogo 19-38
El temor del Señor hace que estos hombres no se enorgullezcan de su buena conducta; están seguros que lo que en ellos hay de bien no viene de sí mismos sino del Señor...: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria» (Sl 113b, 1). Y también el apóstol Pablo dice: «Por la gracia de Dios soy el que soy» (1C 15,10)... Y el Señor dice en el Evangelio: «El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre la roca».
Sabiendo esto, el Señor espera de nosotros que cada día respondamos con nuestros actos, a sus santos consejos. Porque los días de esta vida se nos dan como un plazo de tiempo para corregir lo que de malo hay en nosotros; en efecto, el apóstol dice: «¿Desprecias el tesoro de su bondad, tolerancia y paciencia, al no reconocer que esa bondad es para empujarte a la conversión?» (Rm 2,4). Y el Señor, en su compasión, dice: « No quiero la muerte del pecador sino que se convierta de su mala conducta y viva » (Ez 18,23).
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