Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Tratado sobre los salmos, 149
Pero, bien pensado, es antiguo este amor, ¿cómo, pues, será nuevo? Hermanos míos, ¿la vida eterna nació ayer? La vida eterna, es decir, Cristo, en tanto que Dios, no nació ayer. Porque «en el principio era el Verbo... y el Verbo era Dios; en el principio estaba junto a Dios. Todo ha sido hecho por él; sin él nada se ha hecho» (Jn 1,1s). Si es él quien ha hecho las cosas antiguas ¿qué es él sino eterno, coeterno con el Padre? Somos nosotros que por el pecado hemos caído en el envejecimiento... El hombre ha envejecido a causa de su pecado; es por la gracia de Dios que ha sido renovado. Todos los que son así renovados en Cristo, esos tales cantan un cántico nuevo, porque empiezan ya a establecerse en la vida eterna.
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