Jesús dijo a los fariseos:
"Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir".
Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: 'Adonde yo voy, ustedes no pueden ir'?".
Jesús continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo.
Por eso les he dicho: 'Ustedes morirán en sus pecados'. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados".
Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo.
De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo".
Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre.
Después les dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó.
El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada".
Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.
Leer el comentario del Evangelio por
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Homilías sobre S. Juan, 12
¿Qué significan las serpientes que muerden? Son los pecados que provienen de la condición mortal de la carne. ¿Y cuál es la serpiente colocada en alto? La muerte de cruz del Señor. En efecto, como la muerte vino por la serpiente fue simbolizada por la efigie de una serpiente. La mordedura de la serpiente conduce a la muerte. La muerte del Señor da la vida. ¿Qué decir? Para que la muerte ya no tenga poder alguno hay que mirar a la muerte. ¿Pero, la muerte de quién? La muerte de la Vida, si se puede hablar así. La expresión es maravillosa. ¿Voy a tener reparo en decir lo que el Señor se ha dignado hacer por mí? ¿No es Cristo la vida? Y no obstante, Cristo fue crucificado. En la muerte de Cristo la muerte ha sido aniquilada en el cuerpo de Cristo. Esto es lo que confesaremos en la resurrección, cuando, triunfantes, cantaremos: “¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?” (1 Cor 15,55)
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