De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero,
con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
Leer el comentario del Evangelio por
San Pedro Crisólogo (c. 406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 80; CCL 24ª, 490s
“De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ‘¡Alegraos!’”. Cristo va a encontrar a las que corren con fe a fin de que, con sus propios ojos, reconozcan que habían creído por la fe. Quiere, con su presencia, reconfortar a aquellas que, hasta este momento, las palabras oídas las habían dejado temblorosas… Viene a su encuentro como un amo, las saluda como un familiar, les da la vida por amor, les preserva por el temor. Las saluda a fin de que también ellas le sirvan amorosamente, para que el temor no las haga huir. “¡Alegraos! Ellas se acercaron, se postraron ante él y abrazaron los pies”… “¡Alegraos!”, es decir: Tocadme. Ha querido ser cogido por ellas, él que soportó que pusieran las manos sobre él…
Les dijo: “No tengáis miedo”. El Señor les dice lo mismo que el ángel les había dicho anteriormente. El ángel las había hecho fuertes, Cristo las vuelve más fuertes aún. “No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.” Levantándose de entre los muertos, Cristo ha repuesto al hombre, no lo ha abandonado. Así pues, les llama ‘sus hermanos’ a los que por su cuerpo había les había hecho doblemente hermanos; les llama hermanos, a aquellos que ha adoptado como hijos de su Padre. Les llama hermanos a los que, siendo el heredero lleno de bondad, les hace sus coherederos.
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