"En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesus quiere de vosotros. No extingais el Espiritu; no desprecies las profecias; examinadlo todo y quedados con lo bueno." 1 TESALONISENCES 5: 18-21

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca." San Lucas 6:45

QUE LA PRECIOSA SANGRE QUE BROTA DE LA SAGRADA CABEZA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, TEMPLO DE LA DIVINA SABIDURIA, TABERNACULO DEL DIVINO CONOCIMIENTO Y LUZ DEL CIELO Y DE LA TIERRA NOS CUBRA AHORA Y SIEMPRE. AMEN+++

“OH JESUS, CUBREME CON TU INFINITA SANGRE PRECIOSA CADA INSTANTE DE MI VIDA. AMEN"


"Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios es misericordioso y

escuchará tu oración. Padre Pio"


jueves, 2 de febrero de 2017

DOS TORTOLAS OFRECIDAS EN SACRIFICIO

LA PRESENTACION DEL NIÑO EN EL TIEMPO
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La Redención tiene infinitas facetas para que nuestro corazón, en meditación, las descubra.

Cuando rezamos el cuarto misterio gozoso del Santo Rosario, por ejemplo, meditamos la Presentación de Jesús en el templo. Y sabemos que allí recordamos la celebración de un rito que el pueblo judío heredó de las leyes de Moisés: se presentaba a Dios al hijo primogénito en el Templo, en forma de sacrificio. Y la costumbre de los humildes era presentar dos tórtolas como ofrenda. Cuando aquel día José y María ofrecieron a Jesús en el Templo se vivió un anticipo de lo que ocurriría luego: el Cordero de Dios iba a ser verdaderamente ofrecido en sacrificio, para la Salvación de toda la humanidad. Allí el anciano Simeón profetizó a María que su corazón iba a ser traspasado por una espada, por el destino de Cruz que su Hijo iba a enfrentar.

Aquí se esconde un gran misterio: se ofrecieron entonces dos tórtolas como símbolo de sacrificio a Dios. Ellas representaban a Jesús y también a María. Se ofreció en sacrificio al Redentor y a la Corredentora, juntos inseparablemente en la obra de la Salvación. Dios Padre recibió la ofrenda de Su propio Hijo y también la de la Criatura más perfecta, verdadera Arca que contuvo y dio su naturaleza humana al Salvador.

Las dos tórtolas ofrecidas en sacrificio en Jerusalén dos mil años atrás unieron indisolublemente a Madre e Hijo en la obra de la Salvación, frente a Dios Padre. Jesús murió física y místicamente por nosotros en la Cruz, pero su Madre lo siguió en todo momento, de tal modo que también sufrió místicamente la Pasión de su Hijo amado. Así, el misterio de la Redención va unido al de la Corredención de María.

El único y verdadero Salvador de la humanidad no quiso en ningún momento tener a Su Madre lejos de él: espiritualmente ellos siempre estuvieron unidos, como lo están ahora. Estos tiempos son importantes para recibir de nuestra Madre Celestial el consuelo y la guía para que lleguemos a su Hijo. Porque, como dijo San Luis Grignon de Montfort, María es el camino más corto y seguro para llegar a Jesús.

¡Jesús y María, sean la Salvación del alma mía!

FIAT VOLUNTAS TUA!!

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