El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo
Comentario sobre el evangelio de san Juan, I, 21-25; SC 120
Hay que atreverse a decir que, de todas las Escrituras, los Evangelios son las primicias y que, entre los evangelios, las primicias son las de Juan, y nadie lo puede entender si no estuvo recostado en el pecho de Jesús y si no recibió de Jesús a María, como madre (Jn 19,27)... Cuando Jesús le dice a su madre: " he aquí a tu hijo " y no: " he aquí, que este hombre es también tu hijo ", es como si le dijera: " he aquí, a tu hijo a quien diste a luz". En efecto, quien llega a la perfección "no vive en él, sino que es Cristo quien vive en él " (Ga 2,20)... ¿Todavía es necesario decir, qué inteligencia nos hace falta tener, para interpretar dignamente la palabra depositada en las vasijas de arcilla (2 Co 4,7 )de un lenguaje ordinario? ¿En esta carta que puede ser leída por cualquiera, esta palabra se vuelve audible para los que prestan sus oídos? Porque, para interpretar con exactitud el evangelio de Juan, hay que poder decir en toda verdad: " Nosotros, tenemos el pensamiento del Cristo, para conocer las gracias que Dios nos ha concedido " (1 Co 2,16.12).
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