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Hijos Míos, ya llega la conmemoración de Mi nacimiento y Mis padres José y María se conmueven ante esta fecha tan especial para ellos. Yo, Jesús, os hablo.
Ellos Me recibieron con el corazón ardiendo de amor. Eran hogueras incandescentes lo que sentían en el pecho por Mi venida: el Mesías esperado de tantos siglos. Ellos iban a ser los primeros en verlo, en adorarlo. No podéis imaginar el gozo inefable de Mis padres, no sabían que decirse mutuamente ante tanta grandeza, y solo con las miradas y con lágrimas y en silencio, se entendían perfectamente. Quienes quieran vivir la Navidad como ellos la vivieron, que se recojan en silencio y mediten tan sublime misterio. Vosotros los hombres lo hacéis al revés, pandereta, canticos, ruidos, vino, copas y de todo menos oración, y son pocos los que se recogen en silencio para adentrarse en el misterio más grande de la Humanidad: Mi nacimiento, el nacimiento del Hijo de Dios Altísimo: El Redentor.
Mi Madre asombrada hasta la saciedad, no salía de su asombro ante tanta magnificencia, Ella en su pequeñez había concebido al Hijo de Dios, el esperado, el anunciado por tanto tiempo, y José Mi padre, al igual que María enmudecía de gozo y de sentirse indigno ante tanta grandeza. Después los pastores vinieron a adorarme y ellos no salían de su asombro. Todo un misterio de amor protagonizado por la Sagrada Familia, unos seres insignificantes socialmente y que pasaban desapercibidos ante cualquier persona.
Porque hijos, Yo Dios, hago así las cosas, escojo a personas insignificantes socialmente pero grandes ante mi mirada, personas que no se envanecen de lo que les otorgo, personas que no se dan gloria a sí mismas sino que toda gloria Me la reservan a Mí. Y Yo, hecho Niño, de verme en brazos de Mis padres me llenaba también de gozo y alegría inmensas, ante lo que ellos sentían y la fe y el amor que Me profesaban.
Habéis convertido la Navidad en una fiesta pagana y solo pensáis en la comida y en la jarana, pero pocos pensáis en los misterios divinos que en esta época se protagonizaron. Los Ángeles siguen exultando de alegría en la conmemoración de la Navidad y cantan y vitorean a Dios hecho Hombre, como en aquellos días que ahora conmemoráis. Yo, Jesús, os hablo. Mi paz a todo aquel que leyendo estos mensajes los cree y los pe en práctica.
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