Hijos de Dios, ¿no os dais cuenta la dignidad tan grande que tenéis de ser hijos de Dios? No todo el mundo puede decir eso como vosotros los católicos, que por el Santo Bautismo os habéis hechos hijos de Dios al injertaros en Jesucristo del cual sois sus miembros. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Pero vivís esta dignidad la mayoría de vosotros ignorándola. Ni siquiera sabéis la grandeza tan grande que obró en vosotros el Santo Bautismo, y esa semilla que se os infundió no ha crecido en muchos de vosotros. Es una pena que una riqueza tan grande esté abandonada por las cosas del mundo, otros por la ignorancia de la doctrina de su misma fe, y por eso, os llamo la atención para que hagáis que la semilla que recibisteis en el Bautismo crezca y crezca para que seáis dignos hijos de Dios, y un día viváis con Él eternamente en el Reino de los Cielos. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
No hay don más grande que se os pueda dar que el Santo Bautismo, incorporándoos así a la Iglesia de Jesucristo cuyo fundador murió y resucitó por todos vosotros, para que tengáis vida y la tengáis en abundancia. Los sacramentos hacen crecer la semilla del Bautismo y ayudan a perseverar y a crecer en la fe, por eso hijos de Dios, practicad los sacramentos en las debidas disposiciones y veréis como la paz de vuestras almas no se altera y no se disipa a pesar de las contrariedades y sufrimientos que os vengan. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Sed cristianos auténticos, hermanos de Jesucristo en todo, practicando Su Evangelio e imitándolo, aceptando el sufrimiento, amando a vuestros enemigos perdonándolos de corazón, rezando por ellos, tratando de convertir a otros y reparando los pecados vuestros y de toda la Humanidad, especialmente aquellos que se hacen en contra de la Eucaristía y de la Santísima Virgen. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.
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