Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos
y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios".
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?".
"Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.
Leer el comentario del Evangelio por
San Romano el Melódico (?-c. 560), compositor de himnos
Himno XVII, § 12-13
El Bautista proclama el misterio: él llama cordero al pastor, y no simplemente cordero sino cordero que borra todas nuestras faltas. “He aquí el cordero,” dice, ya no hace falta un chivo expiatorio (cfr. Lev 16,21). Levantad vuestras manos hacia Él, todos vosotros, reconociendo vuestros pecados, pues Él ha venido para quitar, con aquellos del pueblo, los pecadores del mundo entero. Desde lo alto del cielo, el Padre nos ha enviado a todos ese don: aquel que se nos ha aparecido y que todo ha iluminado.
Él ha disipado la noche funesta: gracias a él siempre es medio día. Sobre el mundo ha resplandecido la luz sin ocaso, Jesús nuestro salvador. En la abundancia, el país de Zabulón imita el paraíso, pues el torrente de delicias lo colman y una corriente de agua viva brota de él… En Galilea, contemplamos hoy la fuente de agua viva, aquel que se nos ha aparecido y que todo ha iluminado (cfr. Mt 4,15-16; Sal 35,9-10).
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