Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.
Juan se resistía, diciéndole: "Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!".
Pero Jesús le respondió: "Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.
Y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".
San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismales, nº 11
Él es el Hijo de Dios por naturaleza y no por adopción, puesto que ha nacido del Padre… Porque el Padre, siendo Dios verdadero, ha engendrado al Hijo semejante a sí mismo, Dios verdadero… Cristo es hijo por naturaleza, verdadero hijo, no hijo adoptivo como vosotros, los nuevos bautizados, que acabáis de ser hechos hijos de Dios. Porque también vosotros sois hijos, pero por adopción, por gracia, tal como está escrito: “A cuantos lo recibieron les da poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre…” (Jn 1,12). Nosotros hemos sido engendrados por el agua y el espíritu (Jn 3,5), pero no de la misma manera que Cristo ha sido engendrado por el Padre. Porque en el momento del bautismo el Padre alzó la voz y dijo: “Éste es mi Hijo”. Y no dijo” Ahora éste ha llegado a ser mi Hijo” sino: “Éste es mi Hijo” significando que ya antes de la acción del bautismo era ya Hijo.
El Padre ha engendrado al Hijo de manera muy distinta de como ocurre entre los hombres: el espíritu engendra la palabra. Porque el espíritu subsiste en nosotros, mientras que la palabra, una vez pronunciada y difundida en el aire, se desvanece. Pero nosotros sabemos que Cristo ha sido engendrado Verbo, Palabra no proferida sino Palabra subsistente y viviente, no pronunciada y salida de labios sino nacida del Padre eternamente, de manera substancial e inefable. Porque “en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1), sentada a su derecha (Sl 109,1). Èl es la Palabra que comprende la voluntad del Padre y todo se hace por orden suya, Palabra que desciende y vuelve a subir (Ef 4,10)…, Palabra que habla y dice: “Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre” (Jn 8,38). Palabra con toda autoridad (Mc 1,27) y que lo rige todo, porque “el Padre lo ha entregado todo al Hijo” (Jn 3,35).
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