Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". El respondió:
"Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.
En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.
Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'.
Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'.
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos".
San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208), obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, V, 32, 2
Ahora bien, esta posteridad es la Iglesia, la cual, por el Señor, recibe la filiación adoptiva con respecto a Abrahán, como lo dice Juan Bautista: «Dios puede hacer surgir de las piedras hijos de Abrahán» (Mt 3,9). El apóstol Pablo dice en su carta a los Gálatas: «Vosotros, hermanos, sois como Isaac, hijos de la promesa» (Gal 4,28). Y dice todavía más claramente en la misma epístola que los que han creído en Cristo, reciben por él, la promesa hecha a Abrahán: «las promesas fueron dirigidas a Abrahán y a su descendencia. No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo (3,16). Y para confirmar todo ello dice aún más: «Así Abrahán creyó en Dios y le fue reputado como justicia. Tened, pues, entendido que los que viven de la fe, ésos son los hijos de Abrahán. La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abrahán esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. (3, 6-8)...
Si pues ni Abrahán ni su descendencia, es decir, los que son justificados por la fe, no reciben ahora la herencia sobre la tierra, la recibirán en la resurrección de los justos, porque Dios es verídico y estable en todas las cosas. Y es por este motivo que el Señor decía: «Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra en herencia» (Mt 5,5).
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