Jesús dijo a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
San Teodoro el Estudita (759-826), monje en Constantinopla
Después de la muerte en el leño, hemos recobrado la vida gracias a él. Después de haber sido engañados en el leño, por él hemos echado fuera a la serpiente embustera. ¡Qué intercambio tan sorprendente! La vida en lugar de la muerte, la inmortalidad en lugar de la corrupción, la gloria en lugar de la vergüenza. Con razón exclamó Pablo: “Jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6,14)... Más allá de toda sabiduría, esta sabiduría que ha brotado en la cruz ha convertido en estupidez las pretensiones de la sabiduría de este mundo...(cf Col 1,17ss)
En la cruz la muerte fue aniquilada y Adán devuelto a la vida. Por la cruz, todos los apóstoles han sido glorificados, coronados los mártires, santificados los santos. Por la cruz nos hemos revestido de Cristo y despojado del hombre viejo. (Ef 4,22) Por la cruz hemos sido conducidos como el rebaño de Cristo y hemos sido reunidos en el aprisco del cielo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario