Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo', tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano."
Liturgia española mozárabe
Prefacio Eucarístico para el segundo domingo de Cuaresma; PL 85, 322
Por ello, venimos humildemente a ti, Padre santo, y sin presumir de nuestros méritos, abrimos ante tu altar nuestra propia herida. Reconocemos las tinieblas de nuestros errores, descubrimos las caídas de nuestra conciencia. Queremos encontrar, te rogamos, un remedio a nuestra herida, la luz eterna para nuestras tinieblas, la pureza de la inocencia en nuestra conciencia. Queremos con todas nuestras fuerzas contemplar tu rostro..., deseamos ver el cielo...
Ven a nosotros, Jesús, que rezamos en tu templo, y atiéndenos en este día, tú que no has tenido en cuenta el sábado para hacer milagros... Tú que nos has hecho de la nada, prepara un ungüento y aplícalo sobre los ojos de nuestro corazón... Escucha nuestra oración y elimina la ceguera de nuestros pecados, para que veamos la gloria de tu rostro, en la paz de la bienaventuranza eterna.
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