Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?".
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,
y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Por un lado tenemos aquel que ama a Dios pero no a su hermano, es un espiritualista: Una persona que se detiene en lo meramente espiritual pero descuida el obrar desde Dios con sus hermanos. Cuando su hermano le pide pan le da un rosario, es decir, no se compromete con el otro, su vida cristiana sólo la vive y reduce a cumplir normas de piedad y se olvida de ser caritativo con el otro.
Por otra parte tenemos al activista: es la persona que descuida la oración y se advoca a la ayuda del otro, es tal la ayuda que reduce su vida eclesial a una actitud meramente asistencial, capaz que vaya con una Cruz en el pecho pero no le hablará de Dios. Su vida de oración es pobre y hasta creerá que la oración es perder el tiempo.
Ambos extremos con malos pero para amar a tu hermano primero tenes que tener una relación de amor con Dios y fruto de ello es tu próximo. Buen jueves y háblale hoy a Dios en la Eucaristía de tus hermanos.
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