Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
María nos invita a meternos en su corazón de Madre. Ella hoy sale a buscarte a vos y se desespera por vos, que madre no se desespera por ver a su hijo, una mamá cuando no ve cerca de ella a su hijo lo busca, María hoy sale a buscarte a vos y una vez que te encuentra no tan sólo se alegra sino que te lleva a Jesús.
Por otro lado, vemos al gran predicador, San Antonio, quien descubrió que para predicar a Jesús no se necesita tanta intelectualidad sino gozar de humildad y experimentar un fuerte encuentro con Dios.
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