"En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesus quiere de vosotros. No extingais el Espiritu; no desprecies las profecias; examinadlo todo y quedados con lo bueno." 1 TESALONISENCES 5: 18-21

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca." San Lucas 6:45

QUE LA PRECIOSA SANGRE QUE BROTA DE LA SAGRADA CABEZA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, TEMPLO DE LA DIVINA SABIDURIA, TABERNACULO DEL DIVINO CONOCIMIENTO Y LUZ DEL CIELO Y DE LA TIERRA NOS CUBRA AHORA Y SIEMPRE. AMEN+++

“OH JESUS, CUBREME CON TU INFINITA SANGRE PRECIOSA CADA INSTANTE DE MI VIDA. AMEN"


"Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios es misericordioso y

escuchará tu oración. Padre Pio"


miércoles, 31 de mayo de 2017

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. ULTIMO DIA!

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD
S.D. LUISA PICARRETA

 FIAT ! ! !

ULTIMO DIA

 unnamed 31de Mayo

Oración a la Reina del Cielo
Para cada día del mes de mayo.

Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes en este mes a ti consagrado, la gracia más grande: Que me admitas a vivir en el Reino de la Divina Voluntad. Mamá Santa, Tú que eres la Reina de este Reino admíteme a vivir en él como hija tuya, a fin de que ya no esté desierto, sino poblado de hijos tuyos.
 
Soberana Reina, a ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en el Reino del Querer vino. Teniéndome tomada con tus manos maternas guía todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a Mamá mía te hago entrega de mi voluntad a fin de que Tú me la cambies por la Voluntad Divina, y así pueda yo estar segura de no salir de su Reino. Te pido que me ilumines para que yo pueda comprender bien qué significa Voluntad de Dios.

Ave María…   


 

Florecilla del mes: En la mañana, a mediodía y en la tarde, es decir, tres veces al día, ir sobre las rodillas de nuestra Mamá Celestial y decirle: “Mamá mía, te amo; ámame Tú también, da un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna.”

 La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad. Su Asunción de la tierra al cielo, feliz ingreso. Cielos y tierra festejan a su recién llegada Reina.

El alma a su gloriosa Reina:
Mi querida Madre Celestial, aquí estoy de regreso entre tus brazos maternos y al mirarte veo que una dulce sonrisa florece sobre tus labios purísimos. Se ve que hoy estás de fiesta; me parece que quieres narrarle y confiarle a tu hija algo que me sorprenderá aún más. Madre Santa, ¡ah, te lo ruego, toca con tus manos mi mente y vacía mi corazón, para que yo pueda comprender tus santas enseñanzas y ponerlas en práctica.


Lección de la Reina del Cielo:
Querida hija mía, hoy tu Madre está de fiesta porque quiere hablarte de su Asunción de la tierra al cielo, día en que terminé de cumplir la Voluntad de Dios sobre la tierra. No hubo en mí ni un respiro, un latido o un paso en el que el Fiat Divino no tuviera su acto completo y esto me embellecía, me enriquecía y me santificaba tanto que los ángeles mismos se quedaban extasiados.

Tú debes saber que antes de partir hacia mi patria celestial, regresé a Jerusalén junto con mi amado Juan. Era la última vez que en carne mortal pasaba por la tierra, toda la creación, como si lo hubiera intuido, se postraba a mi alrededor, y desde los peces del mar, por el que atravesamos, hasta el más pequeño pajarito, todos querían ser bendecidos por su Reina y yo bendecía a todos y también me despedí de ellos por última vez.
Así llegamos a Jerusalén y retirándome en un apartamento a donde Juan me llevó, me encerré en él para nunca más volver a salir.
Hija bendita, tú debes saber que yo comencé a sentir en mí tal un martirio de amor; unido a unas ardientes ansias de alcanzar a mi Hijo al cielo; que me sentía consumir hasta sentirme enferma de amor y que me daban fuertes delirios y desfallecimientos todos ellos de amor.
Porque yo jamás conocí la enfermedad ni tuve alguna ligera indisposición, pues, habiendo sido concebida sin pecado original y habiendo siempre vivido totalmente de Voluntad Divina, a mi naturaleza humana le faltaba el germen de los males naturales. Si las penas me hicieron tanto la corte, fue porque todas ellas eran en orden sobrenatural y estas penas fueron para tu Madre Celestial triunfos y honores y daban lugar a que yo pudiera hacer que mi maternidad no fuera estéril, sino que pudiera conquistar muchos hijos. ¿Ves entonces, querida hija mía, qué es lo que significa vivir de Voluntad Divina? Significa perder el germen de todo mal natural, los cuales producen no honores y triunfos, sino debilidades, miserias y derrotas.
Por eso, querida hija mía, escucha las últimas palabras de tu Madre que está por partir al cielo; no me iré contenta si no dejo al seguro a mi hija. Antes de partir quiero dejarte mi testamento, dejándote por dote la misma Voluntad Divina que posee tu Madre y que me llenó tanto de sus gracias, que me hizo Madre del Verbo Eterno, Señora y Reina del Corazón de Jesús, Madre y Reina de toda la humanidad.
Escucha hija mía, hoy es el último día del mes consagrado a mí; yo te ha hablado con tanto amor de lo que obró la Divina Voluntad en mí, del gran bien que sabe hacer y de lo que significa dejarse dominar por ella. Te he hablado también de los graves males de la voluntad humana. Pero, ¿crees tú que lo he hecho sólo para hacerte una simple narración? ¡No, no! Tu Madre cuando habla quiere dar. En el exceso de mi amor, yo me servía de cada palabra que te decía para atar tu alma al Fiat Divino y preparar la dote en la que tú pudieras vivir rica, feliz, llena de fuerza divina.
Así que, ahora que estoy por partir, acepta mi testamento; que tu alma sea el papel en el que yo escriba con la pluma de oro de la Divina Voluntad y la tinta de mi ardiente amor que me consuma, el testimonio de la dote que te hago.
Bendita hija mía, asegúrame que nunca más volverás a hacer tu voluntad, pon tu mano sobre mi Corazón materno y júrame que dejarás encerrada tu voluntad en mi Corazón, de manera que no sintiéndola ya no podrás tener la ocasión de hacerla; yo me la llevaré al cielo como triunfo y victoria de mi hija.
Hijita mía, escucha las últimas palabras de tu Madre que se está muriendo de puro amor; recibe mi última bendición como sello de la vida de la Divina Voluntad que dejo en ti y que será tu cielo, tu sol y tu mar de amor y de gracia. En estos últimos momentos, tu Madre Celestial quiere ahogarte de amor, quiere fundirse en ti con su amor con tal de obtener lo que tanto quiere sentirse decir, tús últimas palabras: es decir, que preferirás morir, que harás cualquier sacrificio antes de darle un acto de vida a tu voluntad; ¡Dímelo, hija mía! ¡Dímelo!
El alma:
Madre Santa, con todo el dolor de mi corazón, te lo digo llorando: si tú ves que yo estoy por hacer un solo acto de mi voluntad, hazme morir, tú misma toma mi alma entre tus brazos y llévame al cielo; de todo corazón te lo prometo, te juro que jamás haré mi voluntad.

La Reina de amor:
Bendita hija mía, ¡qué contenta estoy! No me podía decidir a narrarte mi asunción al cielo si no hubieras quedado al seguro sobre la tierra, dotada de Voluntad Divina; pero sabe que del cielo no te dejaré huérfana, te guiaré en todo; en la más pequeña de tus necesidades como en la más grande, llámame, yo vendré de inmediato y te seré Madre.

Y ahora, querida hija mía, escúchame. Yo estaba enferma de amor. El Fiat Divino, para consolar a los apóstoles y a mí también, permitió casi en modo prodigioso que todos los apóstoles, a excepción de uno, me hicieran corona en el acto en que estaba por partir al cielo. Todos sentían que se les rompía el corazón y lloraban amargamente; yo los consolé, les recomendé a todos de manera especial a la Santa Iglesia que estaba naciendo y les di a todos mi bendición materna, en virtud de la cual dejé en sus corazones la paternidad de amor hacia las almas.
Mi querido Hijo no hacía más que ir y venir del cielo, ya no podía seguir estando sin su Madre y dando yo mi último suspiro de puro amor en la eternidad de la Divina Voluntad, me recibió entre sus brazos y me condujo al cielo en medio a legiones de ángeles, que elevaban sus himnos a su Reina. Puedo decir que el cielo se quedó vacío porque todos vinieron para venir a mi encuentro y me festejaron y al mirarme quedaban extasiados y en coro decían:
« ¿Quién es esta santa criatura que viene del exilio completamente apoyada a su Señor? Toda bella, toda santa, con el cetro de Reina; es tanta su belleza que los cielos se han abierto para recibirla; ninguna otra criatura tan espléndida y singular había entrado a estas regiones celestiales, tan potente, que tiene la supremacía sobre todo. »

Hija mía, ¿quieres saber quién es esa santa criatura a quien todo el cielo festeja y queda extasiado contemplándola? Soy yo, que jamás hice mi voluntad. La Divina Voluntad me llenó tanto de sí misma, que extendió en mí los cielos más hermosos, los soles más resplandecientes, mares de belleza, de amor y de santidad, con los cuales podía dar luz, amor y santidad a todos y encerrarlo todo y a todos dentro de mi cielo; era la Divina Voluntad operante en mí la que había obrado un prodigio tan grande; yo era la única criatura que entrara al cielo, que había hecho la Divina Voluntad en la tierra como se hace en el cielo y que había formado su Reino en mi alma.
Toda la Corte Celestial al contemplarme quedó sorprendida, porque me encontraba cielo, y volviendo a mirarme me encontraba sol, y no pudiendo apartar su mirada, contemplándome más a fondo, me veía mar y encontraba también en mi la tierra purísima de mi humanidad llena de las más hermosas flores y exclamaban extasiados:
« ¡Qué hermosa es! ¡Ha concentrado todo en sí, no le falta nada! ¡Entre todas las obras de su Creador, ella es la única obra completa de toda la creación! »

Y ahora, bendita hija mía, tú debes saber que esta fue la primera fiesta que se le hizo en el cielo a la Divina Voluntad, que tantos prodigios había obrado en su criatura. De manera que cuando entré al cielo fue festejada por toda la corte celestial toda la belleza y la grandeza que el Fiat Divino puede obrar en la criatura. Desde aquel entonces estas fiestas no se han vuelto a repetir y es por eso que tu Madre tanto anhela que la Divina Voluntad reine en modo absoluto en las almas, para dar lugar a que se repitan sus grandes prodigios y sus maravillosas fiestas.
El alma:
¡Madre de amor, Soberana Emperatriz, ah, desde el cielo en donde gloriosamente reinas dirige una piadosa mirada sobra la tierra y ten piedad de mí! ¡Oh, que necesidad tan grande siento de ti, querida Madre mía! Siento que sin ti me falta la vida. Todo vacila sin ti; por eso, no me dejes a la mitad de mi camino y continúa guiándome hasta que todas las cosas no se conviertan para mí en Voluntad de Dios y así forme en mi vida su vida y su Reino.
Propósito:
Hoy, para honrarme, recitarás tres veces el « Gloria al Padre » a la Santísima Trinidad para darle gracias en nombre mío por la inmensa gloria que me dio el día de mi Asunción al cielo y me pedirás que te venga a asistir a la hora de tu muerte.
Jaculatoria:
« Madre Celestial, encierra mi voluntad en tu Corazón y deja el sol de la Divina Voluntad en mi alma. »

 MEDITACION ULTIMO DIA
Por Sacerdote Oscar Rodriguez
 

NOVENA AL ESPIRITU SANTO - SEXTO DIA

NOVENA POR LA UNCION
 DEL ESPIRITU SANTO
       http://www.corazones.org/oraciones/oraciones_espiritu_santo/novena_espiritu_santo.htm
 
 
Pidamos por una poderosa efusión del Espíritu Santo.
Cristo murió en la Cruz para que nosotros seamos transformados por el Espíritu en hijos de Dios, participando de su santidad. Pero debemos desearlo, pedirlo y disponernos a recibirlo. 


SEXTO DIA

Rezar cada día de la novena:
Acto de consagración al Espíritu Santo diario:


Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.

Oración por los 7 dones del Espíritu Santo
Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas, el Espíritu de Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad, el Espíritu de Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el Cielo, el Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a mi salvación, el Espíritu de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los santos, el Espíritu de Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios dulce y amable, y el Espíritu de Temor de Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.
 
SEXTO DÍA (Miercoles) Si tu apartas tu gracia, nada puro permanecerá en el hombre, todo lo que es bueno se volverá enfermo.El don del Entendimiento
El Entendimiento, como don del Santo Espíritu, nos ayuda a aferrar el significado de las verdades de nuestra santa religión. Por la fe las conocemos, pero por el entendimiento aprendemos a apreciarlas y a apetecerlas. Nos permite penetrar el profundo significado de las verdades reveladas y, a través de ellas, avivar la novedad de la vida. Nuestra fe deja de ser estéril e inactiva e inspira un modo de vida que da elocuente testimonio de la fe que hay en nosotros. Comenzamos a “caminar dignos de Dios en todas las cosas complaciendo y creciendo en el conocimiento de Dios”.

Oración

Ven, Oh Espíritu de Entendimiento, e ilumina nuestras mentes, que podamos conocer y creer en todos los misterios de la salvación, y que por fin podamos merecer ver la eterna luz en la Luz, y en la luz de la gloria tener una clara visión de Ti y del Padre y del Hijo. Amén.

Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria
+++++

COSNAGRACION DE LAS FAMILIAS A SAN JOSE (TODOS LOS MIERCOLES)

martes, 30 de mayo de 2017

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. TRIGESIMO DIA

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD
S.D. LUISA PICARRETA

 FIAT ! ! !

TRIGESIMO DIA

unnamed MAYO 30 

Oración a la Reina del Cielo
Para cada día del mes de mayo.

Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes en este mes a ti consagrado, la gracia más grande: Que me admitas a vivir en el Reino de la Divina Voluntad. Mamá Santa, Tú que eres la Reina de este Reino admíteme a vivir en él como hija tuya, a fin de que ya no esté desierto, sino poblado de hijos tuyos.
 
Soberana Reina, a ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en el Reino del Querer vino. Teniéndome tomada con tus manos maternas guía todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a Mamá mía te hago entrega de mi voluntad a fin de que Tú me la cambies por la Voluntad Divina, y así pueda yo estar segura de no salir de su Reino. Te pido que me ilumines para que yo pueda comprender bien qué significa Voluntad de Dios.

Ave María…   


 

Florecilla del mes: En la mañana, a mediodía y en la tarde, es decir, tres veces al día, ir sobre las rodillas de nuestra Mamá Celestial y decirle: “Mamá mía, te amo; ámame Tú también, da un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna.”

 La maestra de los apóstoles, sede del centro de la Iglesia naciente, Barca de refugio. La venida del Espíritu Santo.

El alma a su Madre Celestial:
Aquí estoy nuevamente ante ti, Soberana del cielo. Me siento talmente atraída hacía ti, que cuento los minutos en espera de que tu majestad suprema me llame para darme las bellísimas sorpresas de tus lecciones maternas. Tu amor de Madre me extasía y sabiendo que tú me amas, mi corazón se llena de gozo y me siento llena de confianza y segura de que me vas a dar tanto amor y tanta gracia, con la cual poder formarle un dulce encanto a mi voluntad humana, así la Divina Voluntad extenderá sus mares de luz en mi alma y pondrá el sello de su Fiat Divino en todos mis actos.
¡Oh Madre Santa, nunca me dejes sola y haz que descienda en mí el Espíritu Santo para que queme en mí todo lo que no le pertenece a la Divina Voluntad!

Lección de la Reina del Cielo:
Bendita hija mía, tus palabras hacen eco en mi Corazón y sintiéndome herida por ellas derramo en ti mis mares de gracia; ¡oh, cómo corren hacia ti para darte la vida de la Divina Voluntad! Si tú me eres fiel, yo no te dejaré jamás; estaré siempre contigo, para darte en cada uno de tus actos, en cada palabra y en cada latido de tu corazón el alimento de la Divina Voluntad.
Y ahora escúchame, hija mía. Nuestro sumo bien, Jesús, se ha ido al cielo y está ante su Padre Celestial para interceder por sus hijos y hermanos que dejó sobre la tierra; desde la patria celestial a todos ve, ninguno se le escapa, y es tanto su amor que todavía deja a su Madre sobre la tierra para confortar, ayudar, instruir y acompañar a sus hijos.
Tú debes saber que cuando mi Hijo subió al cielo, seguí estando junto con los apóstoles en el cenáculo esperando al Espíritu Santo. Todos estaban unidos en torno a mí y orábamos juntos, no hacían nada sin mi consejo.
¡Oh! con cuanta atención me escuchaban cuando yo tomaba la palabra para instruirlos o para narrarles algún episodio de la vida de mi Hijo que ellos todavía no conocían, como por ejemplo: las maravillas de su nacimiento, sus lágrimas infantiles, sus modos amorosos, las cosas que sucedieron en Egipto, las tantas maravillas de su vida oculta en Nazaret; quedaban extasiados al escuchar tantas sorpresas, tantas enseñanzas que me daba, que después habrían servido para ellos, ya que mi Hijo poco o nada habló de sí mismo con los apóstoles, reservando para mí la tarea de darles a conocer cuánto los había amado y las particularidades que sólo su Madre conocía. De manera que, en medio de mis apóstoles, hija mía, yo era más que el sol que ilumina el día, fui el Ancla, el Timón, la Barca en donde encontraron refugio para poder estar al seguro, protegidos de todo peligro. Por eso puedo decir que di a luz a la Iglesia naciente sobre mi regazo materno y mis brazos fueron la barca que los guio a puerto seguro y aún hoy la sigo guiando.
Llegó entonces el tiempo en que descendió el Espíritu Santo prometido por mi Hijo en el cenáculo. ¡Qué transformación, hija mía! En cuanto fueron revestidos, adquirieron nueva ciencia, fuerza invencible, amor ardiente; una vida nueva corría en ellos y los hacía impávidos e intrépidos, y se dividieron por todo el mundo para dar a conocer la obra de la redención y dar la vida por su Maestro.
Yo me quedé con mi amado Juan y me vi obligada a salir de Jerusalén porque comenzó la tempestad de la persecución.
Querida hija mía, tú debes saber que yo continúo todavía mi magisterio en la Iglesia; no hay cosa que no descienda de mí, puedo decir que me deshago de amor por mis hijos y que los nutro con mi leche materna. Y ahora, en estos tiempos, quiero mostrar un amor más especial dando a conocer cómo toda mi vida fue formada en el Reino de la Divina Voluntad. Por eso te llamo a que vengas sobre mi regazo materno, para que siendo tu barca, puedas estar segura de que vives en el mar de la Divina Voluntad. Gracia más grande no podría concederte. ¡Ah, te lo ruego, complace a tu Madre! ¡Ven a vivir en este Reino tan Santo! Y cuando veas que tu voluntad humana quiera tener algún acto de vida, ven a refugiarte en la barca segura de mis brazos, diciéndome: « Madre mía, mi voluntad me quiere traicionar, yo te la entrego para que pongas en su lugar a la Divina Voluntad ». Oh, qué feliz seré el día que yo pueda decir: « Mi hija es completamente mía, porque vive de Voluntad Divina. » Yo haré que descienda el Espíritu Santo en tu alma, para que queme todo lo humano en ti y que con la frescura de su soplo divino impere sobre ti y te confirme en la Divina Voluntad.
El alma:
Maestra Divina, hoy tu pequeña hija siente su corazón lleno de gozo, tanto que quiero desahogarme bañando con mis lágrimas tus manos maternas. Un velo de tristeza me invade: temo que no le sacaré provecho a tus múltiples enseñanzas y a tus más que cuidados maternos. Madre mía, ayúdame, fortifica mi debilidad, aleja mis temores y yo, abandonándome entre tus brazos, podré estar segura de vivir totalmente de Voluntad Divina.
Propósito:
Para honrarme este día, recitarás siete veces el « Gloria al Padre » en honor del Espíritu Santo, pidiéndome que se renueven sus prodigios sobre toda la Iglesia.
Jaculatoria:
« Madre Celestial, derrama sobre mi corazón fuego y llamas, para que consumen y quemen todo lo que no es Voluntad de Dios. »

 MEDITACION TRIGESIMO DIA
Por Sacerdote Oscar Rodriguez
 

NOVENA AL ESPIRITU SANTO - QUINTO DIA

NOVENA POR LA UNCION
 DEL ESPIRITU SANTO
       http://www.corazones.org/oraciones/oraciones_espiritu_santo/novena_espiritu_santo.htm
 
 
Pidamos por una poderosa efusión del Espíritu Santo.
Cristo murió en la Cruz para que nosotros seamos transformados por el Espíritu en hijos de Dios, participando de su santidad. Pero debemos desearlo, pedirlo y disponernos a recibirlo. 

 
QUINTO DIA

Rezar cada día de la novena:
Acto de consagración al Espíritu Santo diario:


Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.

Oración por los 7 dones del Espíritu Santo
Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas, el Espíritu de Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad, el Espíritu de Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el Cielo, el Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a mi salvación, el Espíritu de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los santos, el Espíritu de Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios dulce y amable, y el Espíritu de Temor de Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.
 
QUINTO DÍA (Martes) ¡Luz inmortal! ¡Divina Luz! ¡Visita estos corazones tuyos y llena nuestro más íntimo ser!El don del Conocimiento
El don del Conocimiento permite al alma darle a las cosas creadas su verdadero valor en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la simulación de las creaturas, revela su vacuidad y hace notar sus verdaderos propósitos como instrumentos al servicio de Dios. Nos muestra el cuidado amoroso de Dios aún en la adversidad, y nos lleva a glorificarlo en cada circunstancia de la vida. Guiados por su luz damos prioridad a las cosas que deben tenerla y apreciamos la amistad de Dios por encima de todo. “El conocimiento es fuente de vida para aquel que lo posee” (Prov 16,22).

Oración

Ven, Oh Bendito Espíritu de Conocimiento, y concédeme que pueda percibir la voluntad del Padre; muéstrame la nulidad de las cosas de la tierra, que tenga idea de su vanidad y las use sólo para tu gloria y mi propia salvación, siempre por encima de ellas mirándote a Ti y tus premios eternos. Amén.

Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria
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lunes, 29 de mayo de 2017

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. VIGESIMO NOVENO DIA

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD
S.D. LUISA PICARRETA

 FIAT ! ! !

VIGESIMO NOVENO DIA

unnamed  Mayo 29 

Oración a la Reina del Cielo
Para cada día del mes de mayo.

Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes en este mes a ti consagrado, la gracia más grande: Que me admitas a vivir en el Reino de la Divina Voluntad. Mamá Santa, Tú que eres la Reina de este Reino admíteme a vivir en él como hija tuya, a fin de que ya no esté desierto, sino poblado de hijos tuyos.
 
Soberana Reina, a ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en el Reino del Querer vino. Teniéndome tomada con tus manos maternas guía todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a Mamá mía te hago entrega de mi voluntad a fin de que Tú me la cambies por la Voluntad Divina, y así pueda yo estar segura de no salir de su Reino. Te pido que me ilumines para que yo pueda comprender bien qué significa Voluntad de Dios.

Ave María…   


 

Florecilla del mes: En la mañana, a mediodía y en la tarde, es decir, tres veces al día, ir sobre las rodillas de nuestra Mamá Celestial y decirle: “Mamá mía, te amo; ámame Tú también, da un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna.”

 La hora del triunfo, aparición de Jesús. Los fugitivos se estrechan a la Virgen cual Arca de salvación y de perdón. La Ascensión de Jesús al cielo

El alma a su Madre y Reina:
Madre admirable, aquí estoy una vez más sobre tu regazo materno, para unirme junto contigo a la fiesta y triunfo de la Resurrección de nuestro amado Jesús. ¡Qué bella te ves hoy, toda amabilidad, toda dulzura, toda alegría; me parece verte como resucitada junto con Jesús! ¡Oh, Madre Santa, en medio de tanta alegría y triunfo, no te olvides de tu hija; más aún, deposita en mi alma el germen de la Resurrección de Jesús, para que en virtud de ella resucite plenamente en la Divina Voluntad y viva siempre unida a ti y a mi dulce Jesús.

Lección de la Reina del Cielo:
Hija bendita de mi Corazón materno, fue muy grande mi alegría y mi triunfo en la Resurrección de mi Hijo, me sentí renacida y resucitada en él; todos mis dolores se transformaron en gozos y en mares de gracia, de luz, de amor y de perdón para las criaturas; estos mares extendían mi maternidad sobre todos mis hijos que Jesús me dio con el sello de mis dolores.
Escucha, querida hija mía; tú debes saber que, después de la muerte de mi Hijo, me retiré al cenáculo en compañía de mi amado Juan y de Magdalena; pero mi Corazón sufría mucho al ver que sólo Juan estaba conmigo; y llena de dolor me preguntaba: « Y los demás apóstoles, ¿dónde están? »
Pero, en cuanto ellos escucharon que Jesús había muerto, tocados por una gracia especial, sumamente conmovidos y llorando, los fugitivos se fueron acercando a mí uno por uno, haciéndome corona; y con lágrimas y suspiros me pedían perdón por haber abandonado a su Maestro y huido tan vilmente. Yo los acogí maternalmente en el Arca de refugio y de salvación de mi Corazón y les aseguré el perdón de mi Hijo a cada uno, los animé a no temer y les dije que su suerte estaba en mis manos porque a todos me los había dado por hijos y yo como tales los reconocía.
Bendita hija mía, tú sabes bien que yo estuve presente en la Resurrección de mi Hijo, pero no se lo dije a nadie esperando que Jesús mismo fuera quien les manifestara que había resucitado glorioso y triunfante. La primera que lo vio resucitado fue la afortunada Magdalena y después las piadosas mujeres; todos venían a decirme que habían visto a Jesús resucitado, que el sepulcro estaba vacío y mientras yo los escuchaba con aire triunfal los confirmaba a todos en la fe en la Resurrección. Casi todos los apóstoles vieron a su adorado Maestro durante el día y todos se sintieron triunfadores de haber sido apóstoles de Jesús. ¡Qué cambio de escena, hija mía! Símbolo de quien primero se ha hecho dominar por su voluntad humana representada por los Apóstoles que huyen, que abandonan a su Maestro, fue tanto el temor y el pánico que se escondieron y Pedro llegó hasta negarlo. ¡Oh, si se hubieran dejado dominar por la Divina Voluntad jamás habrían huido abandonando a su Maestro, sino que con intrepidez y como triunfadores no se hubieran separado nunca de su lado y se hubieran sentido honrados de dar la vida para defenderlo.
Hija mía, mi amado Jesús se entretuvo resucitado sobre la tierra durante cuarenta días; frecuentemente se les aparecía a sus apóstoles para confirmarlos en la fe y en la certeza de la Resurrección; y cuando no estaba con los apóstoles se encontraba a mi lado, en el cenáculo, rodeado por las almas que habían salido del limbo. Pero, cuando estuvieron por terminar los cuarenta días, mi amado Jesús les dejó sus instrucciones a los apóstoles y, dejándome a mí como guía y maestra, nos prometió la venida del Espíritu Santo; luego bendiciéndonos a todos, partió, emprendiendo el vuelo hacia la bóveda del cielo, junto con aquella turba de gente salvada del limbo.
Todos los que estaban presentes, y era un gran número, lo vieron ascender al cielo, pero cuando llegó arriba en alto, una nube de luz lo sustrajo de su vista.
Tu Madre lo siguió al cielo y asistió a la gran fiesta de la Ascensión, pues la patria celestial no era extraña para mí y además, sin mí no hubiera sido completa la fiesta de mi Hijo que ascendió al cielo.
Y ahora una palabrita para ti, queridísima hija mía; todo lo que has admirado y escuchado no ha sido más que la obra de la potencia de la Divina Voluntad operante en mí y en mi Hijo. Es por eso que tanto anhelo encerrar en ti la vida de la Divina Voluntad. Ella es vida operante porque todas las criaturas la tienen, pero la mayor parte la tienen sofocada y para hacerse servir por ella; y mientras podría obrar prodigios de santidad, de gracia y obras dignas de su potencia, las criaturas la obligan a estarse con las manos cruzadas, sin poder desenvolver su poder. Por eso, está atenta y haz que el cielo de la Divina Voluntad se extienda en ti y que con su potencia haga todo lo que quiera y como quiera.
El alma:
Madre Santa, tus hermosas lecciones me extasían, ¡oh, cómo anhelo, cómo suspiro que la vida de la Divina Voluntad obre en mi alma! Yo también quiero ser inseparable de mi Jesús y de ti, Madre mía. Pero para estar más segura de que así sea, te ruego que te tomes el empeño de tener encerrada mi voluntad humana en tu Corazón materno y aunque vea que me esté costando mucho, nunca me la vayas a dar. Sólo así podré estar segura; de lo contrario todo se quedará siempre en palabras pero nunca en hechos; así que a ti se encomienda tu hija y de ti todo lo espera.
Propósito:
Hoy, para honrarme, harás tres genuflexiones ante mi Hijo Jesús en el acto en que ascendió al cielo. y le pedirás que te haga ascender a la Divina Voluntad.
Jaculatoria:
« Madre mía, con tu poder triunfa en mi alma y haz que permanezca en la Voluntad de Dios. »


 MEDITACION VIGESIMO NOVENO DIA
Por Sacerdote Oscar Rodriguez
 

NOVENA AL ESPIRITU SANTO - CUARTO DIA

NOVENA POR LA UNCION
 DEL ESPIRITU SANTO
       http://www.corazones.org/oraciones/oraciones_espiritu_santo/novena_espiritu_santo.htm
 
 
Pidamos por una poderosa efusión del Espíritu Santo.
Cristo murió en la Cruz para que nosotros seamos transformados por el Espíritu en hijos de Dios, participando de su santidad. Pero debemos desearlo, pedirlo y disponernos a recibirlo. 

 
CUARTO DIA

Rezar cada día de la novena:
Acto de consagración al Espíritu Santo diario:


Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.

Oración por los 7 dones del Espíritu Santo
Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas, el Espíritu de Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad, el Espíritu de Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el Cielo, el Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a mi salvación, el Espíritu de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los santos, el Espíritu de Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios dulce y amable, y el Espíritu de Temor de Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.
 
CUARTO DÍA (Lunes) Tú, en la fatiga dulce alivio, refresco placentero en el calor, solaz en medio de la miseria.El don de Fortaleza
Por el don de Fortaleza el alma se fortalece ante el miedo natural y soporta hasta el final el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte a la voluntad un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo, las tareas más arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto humano, y a soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación aún de toda una vida. “El que persevere hasta el fin, ese se salvará”(Mt 24,13).

Oración

Ven, Oh Espíritu de Fortaleza, alza mi alma en tiempo de turbación y adversidad, sostiene mis esfuerzos de santidad, fortalece mi debilidad, dame valor contra todos los asaltos de mis enemigos, que nunca sea yo confundido y me separe de Ti, Oh mi Dios y mi máximo Bien. Amén

Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria
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domingo, 28 de mayo de 2017

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. VIGESIMO OCTAVO DIA

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD
S.D. LUISA PICARRETA

 FIAT ! ! !

VIGESIMO OCTAVO DIA

unnamed MAYO 28 

Oración a la Reina del Cielo
Para cada día del mes de mayo.

Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes en este mes a ti consagrado, la gracia más grande: Que me admitas a vivir en el Reino de la Divina Voluntad. Mamá Santa, Tú que eres la Reina de este Reino admíteme a vivir en él como hija tuya, a fin de que ya no esté desierto, sino poblado de hijos tuyos.
 
Soberana Reina, a ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en el Reino del Querer vino. Teniéndome tomada con tus manos maternas guía todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a Mamá mía te hago entrega de mi voluntad a fin de que Tú me la cambies por la Voluntad Divina, y así pueda yo estar segura de no salir de su Reino. Te pido que me ilumines para que yo pueda comprender bien qué significa Voluntad de Dios.

Ave María…   


 

Florecilla del mes: En la mañana, a mediodía y en la tarde, es decir, tres veces al día, ir sobre las rodillas de nuestra Mamá Celestial y decirle: “Mamá mía, te amo; ámame Tú también, da un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna.”

 El limbo. La espera. La victoria sobre la muerte. La Resurrección

El alma a su Reina Madre:
Madre mía, traspasada de dolor, tu pequeña hija, sabiendo que te encuentras sola sin tu bien amado Jesús, quiere tenerte estrechada a sí para hacerte compañía en tu amarga desolación. Sin Jesús todo se convierte en dolor para ti. El recuerdo de sus atroces penas, el dulce tono de su voz, que aún hace eco en tus oídos, su fascinante mirada unas veces dulce otras triste, o a veces en lágrimas, pero que siempre cautivaban tu Corazón materno, el no tenerlo más contigo, todos estos recuerdos como espadas afiladas atraviesan tu Corazón traspasado.
Madre desolada, tu querida hija quiere ofrecerte un alivio y su compasión por cada pena que sufres. Más aún, quisiera ser Jesús para poder darte todo el amor, todo el consuelo, el alivio y la compasión que te hubiera dado él mismo viéndote en este estado de amarga desolación. El dulce Jesús me ha hecho hija tuya, por eso, ponme a mí también en su lugar en tu Corazón materno y así seré completamente tuya, te secaré las lágrimas y te haré compañía.

Lección de la Reina y Madre desolada:
Querida hija mía, gracias por tu compañía, pero si quieres que tu compañía me sea dulce, apreciable y portadora de alivio para mi Corazón traspasado, quiero hallar en ti la Divina Voluntad operante y dominante y que no le cedas a tu voluntad ni siquiera un hálito de vida. Sólo entonces sí que te pondré en el lugar de Jesús, porque estando su Voluntad en ti, en ella sentiré a Jesús en mi Corazón. ¡Oh, qué feliz seré de poseer en ti el primer fruto de sus penas y de su muerte! Hallando en mi hija a mi amado Jesús, mis penas se transformarán en gozo y mis dolores en conquistas.
Y ahora, escúchame, hija de mis dolores. En cuanto expiró mi querido hijo, descendió al limbo como triunfador y portador de alegría y felicidad; en aquella cárcel se encontraban todos los patriarcas, los profetas, nuestro primer padre Adán, el querido San José, mis santos padres y todos aquellos que en virtud de los méritos previstos del futuro Redentor se habían salvado.
Yo era inseparable de mi Jesús y ni siquiera la muerte me lo podía quitar. Por eso, no obstante el ímpetu de mis dolores, lo seguí al limbo y ahí fui espectadora de la fiesta de acción de gracias que toda aquella multitud de almas le dio a mi Hijo por haber sufrido tanto y por haber dirigido sus primeros pasos hacia ellos, para beatificarlos y llevárselos con él a la gloria celestial. Así que, apenas murió, comenzaron en seguida las conquistas y la gloria para Jesús y para quienes lo amaban. Esto, querida hija mía, es símbolo de la criatura que, dándole muerte a su voluntad humana uniéndose a la Divina Voluntad, comienza sus conquistas en el orden divino, de la gloria y del gozo aun en medio a los más grandes dolores.
Así que, a pesar de que los ojos de mi alma siguieron a mi Hijo y nunca lo perdí de vista, durante los tres días que estuvo sepultado, yo sentí un ansia tal de verlo resucitado, que en el ímpetu de mi amor repetía con insistencia: « ¡Surge, Gloria mía! ¡Surge, Vida mía! » Y eran tan ardientes mis deseos, mis suspiros de fuego, que me sentía consumir.
Ahora bien, llena de ansias como estaba, vi que mi amado Hijo acompañado de aquella gran multitud de gente, salió del limbo en acto de triunfo y se dirigió al sepulcro. Era el alba del tercer día; y como toda la naturaleza lo lloró, así ahora se llenó de gozo, tanto que el sol anticipó su curso para estar presente en el acto en que mi Hijo resucitaba. Pero, ¡oh, qué maravilla! Antes de resucitar le hizo ver a toda aquella multitud de gente su Ss. Humanidad sangrante, llagada, desfigurada, tal como había sido reducida por amor a ellos y a todos; todos quedaron profundamente conmovidos y admiraron sus excesos de amor y el gran portento de la redención.
¡Oh, hija mía, cómo me hubiera gustado que hubieras estado presente en el acto en que resucitó mi Hijo! El era todo majestad, su Divinidad unida a su alma emanaba mares de luz y de belleza encantadora que inundaban cielos y tierra; y como triunfador, haciendo uso de su omnipotencia, le ordenó a su humanidad muerta que recibiera de nuevo su alma y que resucitara triunfante y gloriosa a la vida inmortal. ¡Qué acto tan solemne! Mi querido Jesús triunfaba sobre la muerte diciendo:
« ¡Oh muerte, de hoy en adelante tú no serás más muerte, sino vida! »
Con este acto triunfal, ponía el sello de que él era Dios y Hombre; con su Resurrección no solamente confirmaba su doctrina, los milagros que hizo, la vida de los sacramentos y toda la vida de la Iglesia, sino que triunfaba sobre las voluntades humanas debilitadas y casi apagadas para el verdadero bien, para hacer triunfar sobre ellas la vida de la Divina Voluntad que debía traerles a las criaturas la plenitud de la santidad y de todos los bienes; y al mismo tiempo, en virtud de su Resurrección, depositaba en nuestros cuerpos el germen de la resurrección a la gloria imperecedera. Hija mía, la Resurrección de mi Hijo lo encierra todo, lo dice todo, lo confirma todo, es el acto más solemne que hizo por amor a las criaturas.
Y ahora escúchame: quiero hablarte como una Madre que tanto ama a su hija, quiero decirte qué significa hacer la Divina Voluntad y vivir en ella. El ejemplo te lo hemos dado mi Hijo y yo. Nuestra vida estuvo sembrada de penas, de pobreza, de humillaciones, hasta la de ver morir de penas a mi amado Hijo, pero en todo esto corría la Voluntad Divina; ella era la vida de nuestras penas y nosotros nos sentíamos triunfadores y conquistadores, al grado que la muerte misma se transformó en vida; tanto es así que al ver el gran bien que produce el sufrimiento, nos exponíamos voluntariamente a sufrir porque estando en nosotros la Divina Voluntad nada ni nadie se podía imponer sobre ella ni sobre nosotros; el sufrir estaba en nuestro poder y lo llamábamos como alimento y triunfo de la redención para poder traer el bien al mundo entero.
Así pues, querida hija mía, si tu vida y tus penas tendrán como centro de vida la Divina Voluntad, puedes estar segura de que mi dulce Jesús se servirá de ti y de tus penas para darle ayuda, luz y gracia a todo el universo. Por eso, ánimo, ten valor, la Voluntad Divina sabe hacer cosas grandes en donde ella reina y en todas las circunstancias de tu vida tenme como ejemplo a mí y a tu dulce Jesús y camina siempre adelante.
El alma:
Madre Santa, si tú me ayudas y me tienes protegida bajo tu manto, haciéndome de centinela celestial, yo estoy segura de que todas mis penas las convertiré en Voluntad de Dios y de que te seguiré paso a paso por los interminables caminos del Fiat Supremo, porque sé que tu cariño de Madre y tu potencia vencerán mi voluntad y teniéndola tú en tu poder me la cambiarás con la Voluntad Divina. Por eso, Madre mía, a ti me encomiendo y entre tus brazos me abandono.
Propósito:
Hoy, para honrarme, dirás siete veces: « No se haga mi voluntad, sino la tuya », ofreciéndome mis dolores para pedirme la gracia de hacer siempre la Divina Voluntad.
Jaculatoria:
« Madre mía, por la Resurrección de tu Hijo, hazme resucitar en la Voluntad de Dios. »


 MEDITACION VIGESIMO OCTAVO DIA
Por Sacerdote Oscar Rodriguez
 

EVANGELIO DEL DIA Y COMENTARIO. 28 DE MAYO DE 2017


Del Santo Evangelio según San Mateo 28,16-20.
 
SOLEMNIDAD DE LA ASCENCION DEL SEÑOR
 
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En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

Leer el comentario del Evangelio por
Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Lecturas de Justificación, nº 9,9

Nuestra vida «desde ahora escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3)
      Cristo, que había prometido que sus discípulos llegarían a ser, con él, uno en Dios; que había prometido que estaríamos en Dios y Dios en nosotros, ha realizado ya esta promesa para nosotros. De manera misteriosa llevó a término esta gran obra, este sorprendente privilegio. Parece que lo realizó al subir al Padre, en su ascensión corporal y su descenso espiritual, y que la asunción de nuestra naturaleza hasta Dios es al mismo tiempo el descenso de Dios hasta nosotros. Se podría decir que, aunque en sentido oscuro, nos ha llevado verdaderamente hasta Dios y ha hecho que Dios se llegara a nosotros; depende del punto de vista en que nos situemos.

      Así pues, cuando san Pablo dice que «nuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col  3,3), se podría entender con ello que nuestro principio de existencia ya no es un principio mortal y terrestre, tal como el de Adán después de la caída, sino que somos bautizados y escondidos de nuevo en la gloria de Dios, en esta pura luz de su presencia la cual perdimos con la caída de Adán. Somos creados de nuevo, transformados, espiritualizados, glorificados en la naturaleza divina. Por Cristo recibimos, como por un canal, la verdadera presencia de Dios, tanto dentro de nosotros como fuera de nosotros; estamos impregnados de santidad y de inmortalidad.

      Y esta es nuestra justificación: nuestra subida por Cristo hasta Dios o el descenso de Dios, por Cristo, hasta nosotros; lo podemos decir de una u otra manera... Estamos en él y él en nosotros; Cristo es «el único Mediador» (1Tm 2,5), «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6) uniendo la tierra con el cielo. Esta es nuestra verdadera justificación –no tan sólo el perdón o el favor, no solamente una santificación interior- ... sino el hecho de estar nosotros habitados por nuestro Señor glorificado. Este es el gran don de Dios.