Para cada día del mes de mayo.
Soberana Madre mía, tu pequeña hija siente la necesidad de venir cerca de tus rodillas maternas, para hacerte un poco de compañía. Veo que tu rostro está velado por la tristeza y que se te escapan algunas lágrimas de los ojos. Tu dulce niñito tiembla y solloza por el dolor.
Madre Santa, quiero unir mis penas a las tuyas para confortarte y para calmarle el llanto al niño celestial. Ah, Madre mía, no me lo niegues, revélame el secreto: ¿qué hay de funesto para mi querido niño?
Lección de la Madre y Reina:
Querida hija mía, hoy el Corazón de tu Madre está rebosando de amor y de dolor, tanto que no puedo contener las lágrimas. Tú sabes de la venida de los reyes magos; ellos al pasar por Jerusalén preguntando por el nuevo Rey hicieron correr un rumor. El impío Herodes, por temor a ser derrocado del trono ha dado ya la orden de matar a mi amado Jesús, a mi dulce Vida, junto con todos los demás niños.
¡Qué dolor, hija mía! ¡Quieren matar mi Jesús, a él que ha venido a darles la vida a todos y a traer al mundo una nueva era de paz, de felicidad y de gracia! ¡Qué ingratitud! ¡Qué perfidia! ¡Ah, hija mía, hasta donde llega la ceguera de la voluntad humana! Llega hasta hacerse feroz, a atarle las manos al Creador mismo y querer ser dueña de quien la creó. Por eso, compadécete, hija mía, y trata de calmarle el llanto al dulce niño; llora por la ingratitud humana que habiendo apenas nacido ya lo quiere matar.
De manera que para salvarlo nos vemos obligados a huir. Ya San José ha sido advertido por el ángel, quien le ha dicho que partamos rápidamente para tierra extranjera. Tú acompáñanos, hija querida, no nos dejes solos y yo seguiré dándote mis lecciones sobre los graves males que puede provocar la voluntad humana.
Tú debes saber que apenas el hombre se separó de la Divina Voluntad, rompió con su Creador. Todo lo que Dios había hecho sobre la tierra lo hizo por el hombre, todo era de él y, no queriendo hacer la Voluntad de Dios, perdió todos sus derechos, bien se puede decir que no tenía a donde ir; de manera que se convirtió en un pobre exiliado, en un peregrino que no podía poseer una habitación permanente y esto no solamente en el alma, sino también en el cuerpo. Todas las cosas se hicieron mutables para el pobre hombre y si algo le quedó fue en virtud de los méritos previstos de este niño celestial. Y esto porque toda la magnificencia de la creación fue destinada por Dios para darla a quienes hubieran hecho la Divina Voluntad y vivido en su Reino. Todos los demás, si toman alguna cosa, son verdaderos ladrones de su Creador, pues no quieren hacer la Divina Voluntad pero si quieren los bienes que le pertenecen.
Hija mía, escucha cuanto te amamos tanto yo como este querido niño. A los primeros albores de su vida debe ir al exilio, a una tierra extranjera, para liberarte del exilio en que tu voluntad humana te ha arrojado y llamarte para que regreses a vivir, ya no en tierra extranjera, sino en tu patria, la cual te fue dada por Dios cuando te creó, y es decir, en el Reino del Fiat Supremo. Hija de mi Corazón, ten piedad de las lágrimas de tu Madre y de las de este querido y dulce niño; llorando te rogamos que nunca hagas tu voluntad y te suplicamos que vuelvas al seno de la Divina Voluntad que tanto te quiere.
Querida hija, entre el dolor de la ingratitud humana, las inmensas alegrías que el Fiat Divino nos daba y la fiesta que le hizo toda la creación a mi dulce niño; la tierra reverdecía y florecía a nuestro paso, para ofrecerle su homenaje al Creador; el sol lo iluminaba y entonando himnos con su luz, se sentía honrado de darle su luz y calor; el viento lo acariciaba, los pajarillos casi como si fueran nubes revoloteaban en torno a nosotros y con sus trinos y cantos le cantaban las más bellas canciones de cuna a mi amado niño, para calmarle el llanto y reconciliarle el sueño. Hija mía, estando en nosotros la Divina Voluntad teníamos poder sobre todo.
Llegamos entonces a Egipto y después de un largo período el ángel del Señor le hizo saber a San José que regresáramos a la casa de Nazaret, porque el impío tirano había muerto. Fue así que volvimos a nuestra patria, a nuestra tierra nativa.
Hija mía, Egipto simboliza la voluntad humana, tierra llena de ídolos, mismos que el niño Jesús derribaba a su paso encerrándolos en el infierno. ¡Cuántos ídolos posee la voluntad humana! Ídolos de vanagloria, de estima propia y de pasiones que tiranizan a la pobre criatura.
Por eso, está atenta, escucha a tu Madre, que para hacer que nunca vuelvas a hacer tu voluntad haría cualquier sacrificio y daría también la vida, para poder darte el gran bien de que vivas siempre en el seno de la Divina Voluntad.
El alma:
¡Cuánto te agradezco, dulcísima Madre mía, que me hayas hecho comprender el gran mal de mi voluntad humana! Por eso, te ruego que por el dolor que sufriste durante tu exilio en Egipto, hagas que mi alma salga del exilio de mi voluntad y vuelva a mi amada patria: la Divina Voluntad.
Propósito:
Para honrarme este día, le ofrecerás al niño Jesús tus acciones unidas a las mías en acción de gracias, pidiéndole que entre en el Egipto de tu corazón para transformarlo todo en Voluntad de Dios.
Jaculatoria:
« Madre mía, encierra al pequeño Jesús en mi corazón para que me lo re ordene en la Divina Voluntad. »
MEDITACION VIGESIMO CUARTO DIA
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