Dulcísima Madre mía, siento que me has robado el corazón y corro hacia ti, que tienes encerrado mi corazón en el tuyo como prenda de mi amor y que en lugar de mi corazón quieres poner a la Divina Voluntad como prenda de tu amor de Madre. Por eso, me abandono entre tus brazos para que cual hija tuya me prepares, me des tus lecciones y hagas de mí lo que quieras. ¡Te lo ruego, no me vayas a dejar nunca sola, tenme siempre junto contigo!
Lección de la Reina del Cielo:
Querida hija mía, cómo suspiro tenerte siempre junto conmigo. ¡Quisiera ser el latido de tu corazón, tu respiro, las obras de tus manos, el paso de tus pies, para hacerte sentir, por medio de mí, cómo obraba la Divina Voluntad en mí! ¡Quisiera depositar en ti su vida! ¡Oh, qué dulce es, qué amable, encantadora y cautivante! ¡Oh, cómo me harías doblemente feliz si te tuviera a ti, hija mía, bajo el dominio total del Fiat Divino, que fue quien formó toda mi fortuna, mi felicidad y mi gloria!
Y ahora, préstame atención y escucha a tu Madre que quiere dividir su fortuna contigo. Yo continuaba mi vida en el templo, pero el cielo no estaba cerrado para mí, yo podía ir cuantas veces quería, tenía el paso libre para ir y venir cuando quería. En el cielo estaba mi Familia Divina y yo suspiraba y anhelaba ardientemente entretenerme con ella. La Divinidad misma me esperaba con tanto amor para conversar conmigo, para complacerse y hacerme más feliz, más bella y más agradable a ellos. Por lo demás, no me habían creado para tenerme lejos de sí, querían gozarse a su hija, querían ver cómo mis palabras animadas por el Fiat Divino tenían la potencia de poner la paz entre Dios y las criaturas; gozaban verse vencidos por su pequeña hija y oír cómo les repetía una y otra vez: « ¡Venga, venga el Verbo Divino sobre la tierra! »
Puedo decir que la Divinidad misma me llamaba y yo corría, volaba para estar con ellos; no habiendo hecho nunca mi voluntad humana, mi presencia les daba la correspondencia de amor y gloria por la gran obra de toda la creación, por eso me confiaron el secreto de la historia del género humano, y yo pedía con insistencia que se estableciera la paz entre Dios y el hombre.
Hija mía, tú debes saber que fue la voluntad humana la que cerró el cielo y por eso no le era posible entrar en aquellas regiones celestiales, ni tener una relación familiar con su Creador; es más, la voluntad humana había alejado a la criatura de su Creador. En cuanto el hombre se apartó de la Voluntad Divina se volvió miedoso, tímido, perdió el dominio sobre sí mismo y sobre toda la creación; todos los elementos, estando bajo el dominio del Fiat Divino, quedaron superiores a él y hasta le podían hacer mal; el hombre tenía miedo de todo. ¿Te parece poco, hija mía, que quien había sido creado rey, dominador de todo, llegara a tener miedo de quien lo creó? Es muy extraño, hija mía, y yo diría casi contra natura que un hijo tenga miedo de su padre, mientras es natural que cuando se engendra, se engendra al mismo tiempo amor y confianza entre padre e hijo, y bien se puede decir que ésta es la primera herencia que le toca al hijo y el primer derecho que le toca al padre. De manera que Adán, haciendo su voluntad perdió la herencia de su Padre, perdió su Reino y se hizo el hazmerreír de todas las cosas creadas.
Hija mía, escucha a tu Madre y considera bien el gran mal que causa la voluntad humana; ella le quita los ojos al alma y la deja ciega, de manera que todo es tinieblas y temor para la pobre criatura que se deja dominar por su voluntad humana. Por eso, pon la mano en tu corazón y júrale a tu Madre que preferirás morir antes que hacer tu voluntad. Yo, no habiendo jamás hecho mi voluntad, no tenía temor alguno cuando estaba con mi Creador, ¿cómo podía tener algún temor si me amaba tanto? Su Reino se iba extendiendo tanto en mí, que con mis actos iba formando el pleno día que haría surgir el nuevo sol del Verbo Eterno sobre la tierra; y yo, viendo que se iba formando el día aumentaba mis súplicas para obtener que viniera el suspirado día de la paz entre el cielo y la tierra. Así pues, te espero mañana para narrarte otra sorpresa de mi vida sobre la tierra.
El alma:
Soberana Madre mía, ¡qué dulces son tus lecciones! ¡Oh, cómo me hacen comprender el gran mal que puede causar mi voluntad humana! ¡Cuántas veces también yo me he sentido llena de temor y timidez y como alejada de mi Creador! ¡Ah, era mi voluntad humana que reinaba en mí y no la Divina! Por eso yo sentía sus tristes efectos. Así que, si tú me amas como hija tuya, toma mi corazón entre tus manos y quítame todo temor y timidez, los cuales me impiden volar hacia mi Creador y en su lugar pon ese Fiat Divino que tú tanto amas y que tanto quieres que reine en mi alma.
Propósito:
Para honrarme este día, pondrás en mis manos todas las molestias que sientas, los temores, la desconfianza, para que te lo convierta todo en Voluntad de Dios; y me dirás tres veces: « Madre mía, confianza mía, haz que reine en mi alma la Voluntad Divina.»
Jaculatoria:
« Madre mía, confianza mía, forma el día de la Divina Voluntad en el alma mía. »
Por Sacerdote Oscar Rodriguez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario