"En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesus quiere de vosotros. No extingais el Espiritu; no desprecies las profecias; examinadlo todo y quedados con lo bueno." 1 TESALONISENCES 5: 18-21

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca." San Lucas 6:45

QUE LA PRECIOSA SANGRE QUE BROTA DE LA SAGRADA CABEZA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, TEMPLO DE LA DIVINA SABIDURIA, TABERNACULO DEL DIVINO CONOCIMIENTO Y LUZ DEL CIELO Y DE LA TIERRA NOS CUBRA AHORA Y SIEMPRE. AMEN+++

“OH JESUS, CUBREME CON TU INFINITA SANGRE PRECIOSA CADA INSTANTE DE MI VIDA. AMEN"


"Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios es misericordioso y

escuchará tu oración. Padre Pio"


martes, 30 de mayo de 2017

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. TRIGESIMO DIA

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD
S.D. LUISA PICARRETA

 FIAT ! ! !

TRIGESIMO DIA

unnamed MAYO 30 

Oración a la Reina del Cielo
Para cada día del mes de mayo.

Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes en este mes a ti consagrado, la gracia más grande: Que me admitas a vivir en el Reino de la Divina Voluntad. Mamá Santa, Tú que eres la Reina de este Reino admíteme a vivir en él como hija tuya, a fin de que ya no esté desierto, sino poblado de hijos tuyos.
 
Soberana Reina, a ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en el Reino del Querer vino. Teniéndome tomada con tus manos maternas guía todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a Mamá mía te hago entrega de mi voluntad a fin de que Tú me la cambies por la Voluntad Divina, y así pueda yo estar segura de no salir de su Reino. Te pido que me ilumines para que yo pueda comprender bien qué significa Voluntad de Dios.

Ave María…   


 

Florecilla del mes: En la mañana, a mediodía y en la tarde, es decir, tres veces al día, ir sobre las rodillas de nuestra Mamá Celestial y decirle: “Mamá mía, te amo; ámame Tú también, da un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna.”

 La maestra de los apóstoles, sede del centro de la Iglesia naciente, Barca de refugio. La venida del Espíritu Santo.

El alma a su Madre Celestial:
Aquí estoy nuevamente ante ti, Soberana del cielo. Me siento talmente atraída hacía ti, que cuento los minutos en espera de que tu majestad suprema me llame para darme las bellísimas sorpresas de tus lecciones maternas. Tu amor de Madre me extasía y sabiendo que tú me amas, mi corazón se llena de gozo y me siento llena de confianza y segura de que me vas a dar tanto amor y tanta gracia, con la cual poder formarle un dulce encanto a mi voluntad humana, así la Divina Voluntad extenderá sus mares de luz en mi alma y pondrá el sello de su Fiat Divino en todos mis actos.
¡Oh Madre Santa, nunca me dejes sola y haz que descienda en mí el Espíritu Santo para que queme en mí todo lo que no le pertenece a la Divina Voluntad!

Lección de la Reina del Cielo:
Bendita hija mía, tus palabras hacen eco en mi Corazón y sintiéndome herida por ellas derramo en ti mis mares de gracia; ¡oh, cómo corren hacia ti para darte la vida de la Divina Voluntad! Si tú me eres fiel, yo no te dejaré jamás; estaré siempre contigo, para darte en cada uno de tus actos, en cada palabra y en cada latido de tu corazón el alimento de la Divina Voluntad.
Y ahora escúchame, hija mía. Nuestro sumo bien, Jesús, se ha ido al cielo y está ante su Padre Celestial para interceder por sus hijos y hermanos que dejó sobre la tierra; desde la patria celestial a todos ve, ninguno se le escapa, y es tanto su amor que todavía deja a su Madre sobre la tierra para confortar, ayudar, instruir y acompañar a sus hijos.
Tú debes saber que cuando mi Hijo subió al cielo, seguí estando junto con los apóstoles en el cenáculo esperando al Espíritu Santo. Todos estaban unidos en torno a mí y orábamos juntos, no hacían nada sin mi consejo.
¡Oh! con cuanta atención me escuchaban cuando yo tomaba la palabra para instruirlos o para narrarles algún episodio de la vida de mi Hijo que ellos todavía no conocían, como por ejemplo: las maravillas de su nacimiento, sus lágrimas infantiles, sus modos amorosos, las cosas que sucedieron en Egipto, las tantas maravillas de su vida oculta en Nazaret; quedaban extasiados al escuchar tantas sorpresas, tantas enseñanzas que me daba, que después habrían servido para ellos, ya que mi Hijo poco o nada habló de sí mismo con los apóstoles, reservando para mí la tarea de darles a conocer cuánto los había amado y las particularidades que sólo su Madre conocía. De manera que, en medio de mis apóstoles, hija mía, yo era más que el sol que ilumina el día, fui el Ancla, el Timón, la Barca en donde encontraron refugio para poder estar al seguro, protegidos de todo peligro. Por eso puedo decir que di a luz a la Iglesia naciente sobre mi regazo materno y mis brazos fueron la barca que los guio a puerto seguro y aún hoy la sigo guiando.
Llegó entonces el tiempo en que descendió el Espíritu Santo prometido por mi Hijo en el cenáculo. ¡Qué transformación, hija mía! En cuanto fueron revestidos, adquirieron nueva ciencia, fuerza invencible, amor ardiente; una vida nueva corría en ellos y los hacía impávidos e intrépidos, y se dividieron por todo el mundo para dar a conocer la obra de la redención y dar la vida por su Maestro.
Yo me quedé con mi amado Juan y me vi obligada a salir de Jerusalén porque comenzó la tempestad de la persecución.
Querida hija mía, tú debes saber que yo continúo todavía mi magisterio en la Iglesia; no hay cosa que no descienda de mí, puedo decir que me deshago de amor por mis hijos y que los nutro con mi leche materna. Y ahora, en estos tiempos, quiero mostrar un amor más especial dando a conocer cómo toda mi vida fue formada en el Reino de la Divina Voluntad. Por eso te llamo a que vengas sobre mi regazo materno, para que siendo tu barca, puedas estar segura de que vives en el mar de la Divina Voluntad. Gracia más grande no podría concederte. ¡Ah, te lo ruego, complace a tu Madre! ¡Ven a vivir en este Reino tan Santo! Y cuando veas que tu voluntad humana quiera tener algún acto de vida, ven a refugiarte en la barca segura de mis brazos, diciéndome: « Madre mía, mi voluntad me quiere traicionar, yo te la entrego para que pongas en su lugar a la Divina Voluntad ». Oh, qué feliz seré el día que yo pueda decir: « Mi hija es completamente mía, porque vive de Voluntad Divina. » Yo haré que descienda el Espíritu Santo en tu alma, para que queme todo lo humano en ti y que con la frescura de su soplo divino impere sobre ti y te confirme en la Divina Voluntad.
El alma:
Maestra Divina, hoy tu pequeña hija siente su corazón lleno de gozo, tanto que quiero desahogarme bañando con mis lágrimas tus manos maternas. Un velo de tristeza me invade: temo que no le sacaré provecho a tus múltiples enseñanzas y a tus más que cuidados maternos. Madre mía, ayúdame, fortifica mi debilidad, aleja mis temores y yo, abandonándome entre tus brazos, podré estar segura de vivir totalmente de Voluntad Divina.
Propósito:
Para honrarme este día, recitarás siete veces el « Gloria al Padre » en honor del Espíritu Santo, pidiéndome que se renueven sus prodigios sobre toda la Iglesia.
Jaculatoria:
« Madre Celestial, derrama sobre mi corazón fuego y llamas, para que consumen y quemen todo lo que no es Voluntad de Dios. »

 MEDITACION TRIGESIMO DIA
Por Sacerdote Oscar Rodriguez
 

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