"En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesus quiere de vosotros. No extingais el Espiritu; no desprecies las profecias; examinadlo todo y quedados con lo bueno." 1 TESALONISENCES 5: 18-21

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca." San Lucas 6:45

QUE LA PRECIOSA SANGRE QUE BROTA DE LA SAGRADA CABEZA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, TEMPLO DE LA DIVINA SABIDURIA, TABERNACULO DEL DIVINO CONOCIMIENTO Y LUZ DEL CIELO Y DE LA TIERRA NOS CUBRA AHORA Y SIEMPRE. AMEN+++

“OH JESUS, CUBREME CON TU INFINITA SANGRE PRECIOSA CADA INSTANTE DE MI VIDA. AMEN"


"Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios es misericordioso y

escuchará tu oración. Padre Pio"


jueves, 25 de mayo de 2017

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD - VIGESIMO QUINTO DIA

LA VIRGEN MARIA EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD
S.D. LUISA PICARRETA

 FIAT ! ! !

VIGESIMO QUINTO DIA
 
unnamed Mayo 25

Oración a la Reina del Cielo
Para cada día del mes de mayo.

Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes en este mes a ti consagrado, la gracia más grande: Que me admitas a vivir en el Reino de la Divina Voluntad. Mamá Santa, Tú que eres la Reina de este Reino admíteme a vivir en él como hija tuya, a fin de que ya no esté desierto, sino poblado de hijos tuyos.
 
Soberana Reina, a ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en el Reino del Querer vino. Teniéndome tomada con tus manos maternas guía todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a Mamá mía te hago entrega de mi voluntad a fin de que Tú me la cambies por la Voluntad Divina, y así pueda yo estar segura de no salir de su Reino. Te pido que me ilumines para que yo pueda comprender bien qué significa Voluntad de Dios.

Ave María…   


 

Florecilla del mes: En la mañana, a mediodía y en la tarde, es decir, tres veces al día, ir sobre las rodillas de nuestra Mamá Celestial y decirle: “Mamá mía, te amo; ámame Tú también, da un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna.”


La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad. Nazareth: símbolo y realidad del Reino del Fiat Divino; la vida oculta. La depositaria, fuente y canal perenne
 
El alma a su Reina:
Dulce Madre, aquí estoy de nuevo junto a tu regazo materno donde te encuentro en compañía del niño Jesús; tú acariciándolo le cuentas tu historia de amor y Jesús te cuenta la suya.
¡Oh, qué bello es ver a Jesús y a su Madre que se hablan mutuamente! Y es tanto el ardor de su amor que perdiendo el habla entran en éxtasis, extasiados la Madre en el Hijo y el Hijo en la Madre.
Madre Santa, no me hagas a un lado, tenme junto a ti, para que escuchándote aprenda a amarte a ti y a Jesús y a hacer siempre la Santísima Voluntad de Dios.

Lección de la Reina del Cielo:
Oh, cómo te esperaba, hija mía, para darte mis lecciones sobre el Reino que el Fiat Supremo extendía cada día más en mí.
Tú debes saber que la pequeña casa de Nazaret era un paraíso para tu Madre, para nuestro amado y dulce Jesús y para San José. Mi querido Hijo, siendo el Verbo Eterno, poseía en sí mismo, por virtud propia, la Divina Voluntad y en su pequeña humanidad residían mares inmensos de luz, de santidad, de alegrías y de bellezas infinitas; yo poseía por gracia la Divina Voluntad y aunque no podía abrazar la inmensidad como mi amado Jesús, pues él era Dios y hombre y yo era siempre una criatura finita, no obstante el Fiat Divino me llenó tanto que formó en mí sus mares de luz, de santidad, de belleza y felicidad; era tanta la luz, el amor, y todo lo que puede poseer una Voluntad Divina, que se llegaba a vislumbrar fuera de nosotros y San José quedaba eclipsado e inundado y vivía de nuestros reflejos.
Querida hija, en esta casa de Nazareth estaba en pleno vigor el Reino de la Divina Voluntad. Cada pequeño acto nuestro, es decir, el trabajo, el encender el fuego, el preparar la comida, todo estaba animado por la Voluntad Suprema y formado sobre la solidez de la santidad y del amor más puro. Así que desde el más pequeño hasta el más grande de nuestros actos emanaba alegrías, felicidad, bienaventuranzas inmensas y nosotros quedábamos talmente inundados, que nos sentíamos bañados por una lluvia torrencial de alegrías y gozos indescriptibles.
Hija mía, tú debes saber que la Divina Voluntad posee por naturaleza la fuente de toda alegría y cuando reina en la criatura se complace comunicándole a cada uno de sus actos el acto nuevo y continuo de sus alegrías y felicidad.
¡Oh, qué felices éramos! ¡Todo era paz, unión suma y nos sentíamos honrados de obedecernos el uno al otro! ¡Hasta mi querido Hijo, a cual más, quería ser mandado en los pequeños quehaceres tanto por mí como por el querido San José! ¡Oh, qué bonito era verlo ayudar a su padre putativo en los trabajos manuales, verlo tomar sus alimentos! ¡Cuántos actos de gracia hacía correr en aquellos actos a beneficio de todas las criaturas!
Ahora bien, querida hija mía, escúchame; en esta casa de Nazareth fue formado, en tu Madre y en la humanidad de mi Hijo, el Reino de la Divina Voluntad, para donarlo a la familia humana cuando se dispusiera a recibir el bien de este Reino. Mi Hijo era Rey y yo era Reina, sin embargo éramos Reyes sin un pueblo; nuestro Reino bien podía abarcar a todos y darle vida a todos, sin embargo estaba desierto, pues era necesario que primero viniera la redención, para preparar y disponer al hombre para que pudiera entrar a este Reino tan Santo; tanto más que, siendo poseído por mí y por mi Hijo, que pertenecíamos según el orden humano a la familia humana y en virtud del Fiat Divino y del Verbo encarnado a la familia divina, las criaturas recibían el derecho de entrar a este Reino y la Divinidad, cediendo sus derechos, dejaba las puertas abiertas para quien quisiera entrar. Por eso, nuestra vida oculta, la cual duró tantos años, sirvió para prepararles el Reino de la Divina Voluntad a las criaturas.
Esta es la razón por la que quiero darte a conocer lo que hizo en mí el Fiat Supremo, para que te olvides de tu voluntad y dándole la mano a tu Madre, te pueda conducir en los bienes que con tanto amor te he preparado.
Dime, hija de mi Corazón, ¿nos complacerás a mi querido Hijo y a mí, que con tanto amor te esperamos en este Reino tan Santo, para que vivas junto con nosotros y vivas enteramente de Voluntad Divina?
Querida hija mía, escucha, otro exceso de amor que mi amado Jesús me donó en esta casa de Nazareth: él me hizo depositaria de toda su vida.
Cuando Dios hace una obra no la deja suspendida en el vacío, sino que siempre busca una criatura en la cual poder encerrar y apoyar toda su obra, de lo contrario correría el peligro de que Dios expusiera sus obras a la inutilidad, lo cual no puede ser. Es por eso que mi amado Hijo depositaba en mí sus obras, sus palabras, sus penas, todo, hasta sus respiros depositaba en mí. Retirándonos a nuestra habitación él tomaba la palabra y con una dulzura extraordinaria me narraba todos los Evangelios que debía predicar al pueblo, los sacramentos que debía instituir, todo me confió y depositando todo en mí me constituyó canal y fuente perenne, porque de mí debía salir su vida y todos sus bienes a beneficio de todas las criaturas.
¡Oh, cómo me sentía rica y feliz al sentir que mi amado Hijo Jesús depositaba en mí todo lo que hacía! La Divina Voluntad que reinaba en mí me daba el espacio para poder recibirlo todo y Jesús se sentía correspondido de parte mía por todo el amor y la gloria de la obra de la redención.
¿Qué cosa no llegué a recibir de Dios por no haber hecho nunca mi Voluntad sino siempre la suya? Todo, hasta la vida misma de mi Hijo estaba a mi disposición y mientras era siempre mía, podía bilocar la vida de mi Hijo para dársela a quien me la pidiera con amor.
Y ahora, hija mía, unas palabras para ti. Si te decides a hacer siempre la Divina Voluntad y nunca la tuya, viviendo en ella, yo, tu Madre, depositaré todos los bienes de mi Hijo en tu alma. ¡Oh, qué afortunada te sentirás! Tendrás a tu disposición una vida divina que te dará todo; y yo, como verdadera Madre tuya, cuidaré que esta vida divina crezca en ti y forme el Reino de la Divina Voluntad en tu alma.
El alma:
Madre Santa, me abandono en tus brazos. Soy una de tus hijas más pequeñas que siente la extrema necesidad de tus cuidados maternos. Te suplico que tomes mi voluntad y la encierres en tu Corazón; nunca más me la vayas a dar, para que pueda ser feliz viviendo siempre de Voluntad Divina. Así te complaceré a ti y a mi amado Jesús.
Propósito:
Para honrarme en este día, vendrás a visitarme tres veces a la casa de Nazaret y para honrar a la Sagrada Familia recitarás tres veces el « Padre Nuestro », el « Ave María » y el « Gloria al Padre », pidiéndonos que te admitamos a vivir entre nosotros.
Jaculatoria:
« Jesús, María y José, háganme vivir junto con ustedes en el Reino de la Voluntad de Dios. »

 MEDITACION VIGESIMO QUINTO DIA
Por Sacerdote Oscar Rodriguez
 

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