Florecilla del mes: En la mañana, a mediodía y en la tarde, es decir, tres veces al día, ir sobre las rodillas de nuestra Mamá Celestial y decirle: “Mamá mía, te amo; ámame Tú también, da un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna.”
El cuarto paso de la Divina Voluntad en
la Reina del Cielo. La prueba.
El alma a la Virgen:
Heme aquí de nuevo sobre las rodillas maternas de mi Mamá celestial. El corazón me late fuerte, fuerte, deliro de amor por el deseo de escuchar tus bellas lecciones, por eso dame la mano y estréchame en tus brazos. En tus brazos paso momentos de paraíso, me siento feliz; ¡oh! cómo suspiro por escuchar tu voz, una nueva vida me desciende al corazón, por eso háblame y yo te prometo poner en práctica tus santas enseñanzas.
Lecciones de la Reina del Cielo:
Hija mía, si tú supieras cuánto deseo tenerte estrechada entre mis brazos, apoyada sobre mi corazón materno para hacerte escuchar los arcanos celestiales del Fiat Divino. Y si tú tanto suspiras el escucharme, son mis suspiros que hacen eco en tu corazón, es tu Mamá que quiere a su hija, que quiere confiarte sus secretos y narrarte la historia de lo que obró en Mí la Divina Voluntad.
Hija de mi corazón, préstame atención, es mi corazón de madre que quiere desahogarse con su hija, quiero decirte mis secretos, que hasta ahora no han sido revelados a ninguno, porque aún no había sonado la hora de Dios, que queriendo prodigar a sus criaturas gracias sorprendentes, que en toda la historia del mundo no ha concedido, quiere hacer conocer los prodigios del Fiat Divino, lo que puede obrar en la criatura si se deja dominar, y por eso quiere ponerme a la vista de todos como modelo, porque tuve el gran honor de formar mi vida toda de Voluntad Divina.
Ahora debes saber hija mía, que en cuanto fui concebida y puse en fiesta a la Divinidad, Cielo y tierra me festejaron y me reconocieron como su Reina. Yo quedé de tal manera unificada con mi Creador, que me sentía en los dominios divinos como dueña, Yo no sabía qué cosa fuera separación con mi Creador, aquél mismo Querer Divino que reinaba en Mí reinaba en Ellos y nos hacía inseparables. Y mientras todo era sonrisa y fiesta entre Ellos y Yo, Yo veía que no se podían confiar de Mí si no tenían una prueba. Hija mía, la prueba es la bandera que dice victoria, la prueba pone al seguro todos los bienes que Dios nos quiere dar, la prueba madura y dispone al alma para adquirir grandes conquistas, y también Yo veía la necesidad de esta prueba, porque quería dar a mi Creador, como correspondencia de tantos mares de gracias que me había dado, un acto de mi fidelidad, que me costase el sacrificio de toda mi vida. Cómo es bello poder decir: “Me has amado y te he amado.” Pero sin la prueba esto no puede decirse jamás.
Entonces hija mía, el Fiat Divino me hizo conocer la creación del hombre inocente y santo, también para él todo era felicidad, tenía el dominio sobre toda la Creación y todos los elementos eran obedientes a sus indicaciones porque en Adán reinaba el Querer Divino, y en virtud de Él también él era inseparable de su Creador; de los tantos bienes que Dios le había dado, para tener un acto de fidelidad de Adán, le mandó que no tocara un solo fruto de los tantos que había en aquel edén terrenal, era la prueba que Dios quería para confirmar su inocencia, santidad y felicidad, y para darle el derecho de mando sobre toda la Creación. Pero Adán no fue fiel a la prueba, y no siendo fiel Dios no se pudo fiar de él y por eso perdió el dominio, la inocencia, la felicidad, se puede decir que puso de cabeza la obra de la Creación.
Ahora escucha hija de mi corazón, al conocer los graves males de la voluntad humana en Adán y en toda su descendencia, Yo, tu celestial Mamá, si bien apenas recién concebida, lloré amargamente con lágrimas ardientes sobre el hombre caído, y el Querer Divino al verme llorar me pidió como prueba que le cediera mi voluntad humana. El Fiat Divino me dijo: “No te pido un fruto como a Adán, ¡no, no! Sino que te pido tu voluntad, tú la tendrás como si no la tuvieras, bajo el imperio de mi Querer Divino que te será vida, y así se sentirá seguro de hacer lo que quiera de ti.” Así, el Fiat Supremo hizo el cuarto paso en mi alma, pidiéndome por prueba mi voluntad, esperando de Mí mi Fiat y la aceptación de tal prueba.
Ahora, mañana te espero de nuevo sobre mis rodillas para narrarte el éxito de la prueba, y como quiero que imites a tu Mamá, te ruego, como Madre, que no niegues jamás nada a tu Dios, aunque fueran sacrificios que te durasen toda la vida. El no apartarte jamás de la prueba que Dios quiere de ti, tu fidelidad, y el llamar los designios divinos sobre ti, es el reflejo de sus virtudes, que como tantos pinceles forman del alma la obra maestra del Ser Supremo. Se pude decir que la prueba pone la materia en las manos divinas para cumplir su trabajo en la criatura. Y con quien no es fiel a la prueba, Dios no sabe qué hacer con él, y no sólo eso, sino que trastorna las obras más bellas de su Creador.
Por eso mi querida hija, sé atenta, si tú eres fiel en la prueba volverás más feliz a tu Mamá, no me harás estar pensativa, dame tu palabra y Yo te guiaré, te sostendré en todo como a hija mía.
El alma:
Mamá santa, conozco bien mi debilidad, pero tu bondad materna me infunde tal confianza que todo espero de ti, y contigo me siento segura, es más, pon en tus manos maternas las mismas pruebas que Dios dispondrá de mí, a fin de que Tú me des todas las gracias para hacer que no arruine los designios divinos.
Florecita: Hoy para honrarme vendrás tres veces sobre mis rodillas maternas y me llevarás todas tus penas, de alma y de cuerpo, llevarás todo a tu Mamá y Yo te las bendeciré para infundir en ellas la fuerza, la luz, la gracia que se requiere.
Jaculatoria: Mamá celestial, tómame entre tus brazos y escribe en mi corazón: Fiat, Fiat, Fiat.
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